Me siento insultada

El miércoles pasado, estuve -como otras mil ochocientas personas (no cabían más)- en la conferencia que ofrecieron Artur Mas y el Lehendakari Ibarretxe. Aplaudí (como otros mil ochocientos) la defensa de nuestras naciones, la defensa de nuestro derecho democrático a decidir. Asentí mentalmente (como los otros 1800) a afirmaciones que apelaban a la capacidad democrática que nos asiste -como ciudadanos pacíficos de nuestras respectivas naciones que somos- a votar. Me identifiqué con comentarios que hablaban de la guerra sucia –en este caso, incruenta, pero también cruel, antidemocrática, ilegal y mafiosa- contra el buen nombre de los líderes soberanistas catalanes (porque soy lo suficientemente vieja como para recordar con claridad la estrategia político-mediática contra nuestros propios líderes políticos de otro tiempo). Escuché a Ibarretxe reivindicar el mensaje del Lehendakari Agirre “con Cataluña, siempre”, y recordé las palabras del Lehendakari Agirre apelando a la hermandad de los vascos con la nación catalana: “El genio catalán ha modelado el alma de su pueblo con sentimientos de libertad tan arraigados, que su defensa constituye las páginas más brillantes de la Historia de Catalunya. Estos ideales han quedado nuevamente consagrados en nuestros días a través de la sangre, del dolor y del sacrificio”. Ese mismo Lehendakari Agirre que algunos insisten en descafeinar para convertirlo en un simple muñidor de “gobiernos transversales”, sin aclarar nunca que el Gobierno Vasco de Agirre se formó con todas las fuerzas antifranquistas… en plena guerra. Me ilusioné con el proyecto que apuntó Mas de “crear una Dinamarca mediterránea”, siendo consciente –que lo soy- de la enorme dificultad de su materialización. Y coincidí con Ibarretxe cuando expresó su convicción de que los pasos dados hacia la libertad no caen en saco roto a pesar de no lograr su meta y, sobre todo, cuando apeló al entendimiento entre quienes creemos en nuestra causa nacional porque, como dijo Mas, “no estamos sobrados”.

Alberto SurioPor todo ello, cuando, al día siguiente, leí algunas reflexiones en torno al acto, me he sentí insultada, no tanto por la radical discrepancia política con respecto a mis convicciones que reflejaban –el derecho a discrepar es también un derecho democrático, inherente al de opinar- sino por la arrogancia intelectual y por la manipulación displicente que observé en ciertos comentarios. Para algunos, quienes estuvimos en el Kursaal sufrimos “catalanitis”, supuesta patología que consiste en la “inflamación del nervio occipital patriótico que afecta al estado de ánimo emocional”, y los presentes en el acto dejamos “patente” nuestra “sintomatología” consistente en la “excitación nacionalista con alto grado de poética y de euforia”. Si lo anterior no fuera suficiente señal de la arrogancia que he mencionado previamente, también tuve conocimiento de la fórmula para neutralizar nuestro mal: “apaciguarnos con inteligencia, nunca con visceralidad”. Se nos trataba a los abertzales con la displicencia de un celador de frenopático con muchos trienios de antigüedad. Y eso me hace sentirme insultada porque comentarios de ese tipo reflejan una falta total de respeto hacia mi y hacia las personas que sienten como yo.

Entiendo que quienes así se pronuncian no pueden evitarlo y, lejos de poner en práctica su “fórmula” para “apaciguarnos”, se dejan llevar por la “visceralidad” que recomiendan desechar. De este modo, desvelan la estrategia que, desde hace tiempo, vienen aplicando. Esa estrategia que una buena amiga suele llamar “anestesia mediática”.

Una estrategia que tiene una segunda parte: la de atreverse a interpretar qué es y qué piensa el PNV, haciendo coincidir la apetencia personal con el supuesto sentimiento de quienes integramos el partido, y en, última instancia, otorgándonos la característica de la docilidad de la sección “buenos pacientes” del frenopático abertzale. Eso sí: aparcándonos de la mansedumbre a lo que deben considerar como “los mohicanos” “de la línea de Egibar”.

Una vez escuché al propio Egibar responder a alguien del PP que hablaba en parecidos términos: “Usted no conoce a los radicales del PNV. Yo soy de los moderados”.

Saseta, comandante del Eusko Gudarosteak del Lehendakari Agirre dijo una vez: “A nosotros nos corresponde ahora demostrar a los rebeldes la decisión que hemos tomado de ser libres. Si nos vencen, las siguientes generaciones levantarán la ikurriña con orgullo, y la lucha por la libertad que hemos comenzado seguirá también en el futuro”. Les vencieron, pero seguimos levantando la ikurriña con orgullo.

Mª Eugenia Arrizabalaga Olaizola

Burukide del Euzkadi Buru Batzar de EAJ-PNV

Portavoz de EAJ-PNV en las Juntas Generales de Gipuzkoa

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