Somos lo que hacemos… y, por si acaso, aplicamos el catón de Goebbels

Joxean Agirre (Sortu), ha publicado un artículo usando como título una frase de Eduardo Galeano, «somos lo que hacemos para cambiar lo que somos», aunque no parece concordar bien el título con el contenido del artículo, ya que parecería más exacto decir algo así como «todo lo que hacemos lo hacemos para malograr lo que otros han hecho», pero en fin, el título no es importante.

He de decir que con la primera fase del artículo, estoy de acuerdo; con todas las demás va a ser que no. Dice Agirre que «el extendido descrédito de la política es consecuencia de la charlatanería de sus profesionales», y como digo, estoy de acuerdo. No puedo dejar de estarlo tras haber visto cómo parlamentarios de EHBildu hacen una performance ante la sede del Virrey para decir que «es urgente romper las cadenas que, como el Cupo, nos atan a España» y que denuncian que «el PNV contribuye a perpetuar la subordinación». Y, acto seguido, haber echado un vistazo al presupuesto de la Diputación de Gipuzkoa y haberme topado con la partida 40001, «Cupo a España», por un total de 249.806.141 euros pulcramente previstos –como todos los años– para pagar nuestras cadenas.

Evidentemente, el principio de Galeano no ha sido aplicado a la partida 40001 y no hubiera estado mal, porque de ese modo se habría predicado con el ejemplo, que no por no ser consejo de Eduardo deja de tener mucha virtualidad práctica.

En realidad Agirre, y Sortu, y Bildu, más que de Galeano, son del famoso Goebbels, aquel que parece que fue de los precursores del marketing social. Para eso hay que descubrir una «demanda latente» y ofrecer un nuevo producto social. Por ejemplo: es evidente que la crisis arrastra ilusiones y proyectos de vida, recursos y dignidad de las familias, y todo ello, por fuerza, hace crecer la frustración y el enfado. Por lo tanto, creemos un discurso que pueda servir de catalizador de esa frustración para que sea nuestro partido el que obtenga réditos inmediatos: acusemos a todos los demás (y básicamente al PNV, que es nuestro competidor principal) de ser los culpable de la situación. Repitamos hasta la saciedad que el PNV participaba «en el triángulo de los intereses creados», que el PNV «apuntalaba un modelo de gestión a la medida de la Banca y de Adegi», hagamos un discurso rayado «con el despilfarro de las grandes infraestructuras», etc…, mientras nos convertimos nosotros, la izquierda abertzale, en el referente «del Otro Modelo».

Esa misma izquierda abertzale que durante 35 años nos ha dejado claro cual es su «Otro Modelo» y en qué métodos de combinación de toda clase de luchas ha residenciado la consecución de sus objetivos políticos.

¿Cómo es posible que Sortu nos salga diciendo que «los gobiernos de Bildu han frenado en seco el derroche y la construcción de grandes infraestructuras» cuando han adjudicado las obras de Deskarga? ¿Qué hace que Deskarga no comparta la naturaleza de «derroche» y de «gran infraestructura» de, por ejemplo, la AP-1? ¿No se duele Ama Lurra por Deskarga solo porque sea la Diputación de Garitano la que lo haya puesto en marcha? ¿No es la Banca quien está financiando la obra? ¿No son «grandes constructoras» Moyua y Antzibar?

Dice Joxean Agirre que «han liberado a la sociedad guipuzcoana (sic) de pagar 500 millones por una infraestructura amañada e innecesaria», en referencia a la incineradora. El detalle de que el costo de la incineradora (con pretratamiento) eran 221 millones es lo de menos, «lo de más» es que los guipuzcoanos seguimos produciendo basura y que no hay sitio donde echarla. Aparte de que Ama Lurra tiene que estar hasta las narices de que sigamos llenando sus vaguadas de porquería. ¿Cómo se atreve Agirre a hablar de «amaños»? ¿Quién ha otorgado a Agirre y cía la categoría moral de convertirse en jueces de nadie? ¿En base a qué pruebas? Que sepamos, cada uno de los informes que recabaron negaron que existiera ilegalidad o irregularidad que viciara de nulidad las adjudicaciones. Solo sabemos que han pagado 13 millones a «grandes constructoras» para cumplir su objetivo político. El dinero no lo ha puesto Sortu, ni Bildu, ni Agirre; lo han puesto todos los guipuzcoanos de su bolsillo.

Dice Agirre «que han abierto las puertas y las ventanas» de Diputación y ayuntamientos; supongo que habla de participación. De ese «otro modelo de hacer las cosas» que solo les vale en la medida en que concuerda con sus objetivos, porque si no concuerda –siguiendo lo del marketing social– lo conceptúan como «demanda dañina» y entonces son ellos los que imponen la solución definitiva. Tenemos un claro ejemplo en el respeto que han demostrado a las decenas de miles de ciudadanos/as que les reclamaron sensatez con el Puerta a Puerta.

Habla Agirre del supuesto «triunfo» de la negociación de Bidelan (un contrato que dijeron lesivo y que reconvierten en válido); de que «el gasto social ha crecido exponencialmente», callando que en tiempos de Olano se incrementó casi un 50% y ahora mantienen el tipo; de supuestas connivencias pasadas con el fraude fiscal… La realidad es que en tiempos del PNV Gipuzkoa alcanzó una cobertura social y una estructura económica muy superior a cualquier lugar del Estado y a muchos de Europa.

Más bien, según yo lo veo, todo el afán de Sortu se centra en recrear el discurso del «Otro Modelo», echando mano no solo de la charlatanería, sino de todo aquello que se les ocurra: la descalificación, la acusación infundada, la judicialización de todo, el incumplimiento legal, la manipulación o la mentira. Su proyecto político solo tiene sentido si logran la hegemonía, y el resultado de las últimas elecciones, con el PNV a 700 votos, les ha espoleado en esta estrategia.

Dicen que decía Goebbels que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

No es cierto: la mentira sigue siendo mentira, está en cada cual negarse a creerla.

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