ARZALLUZ

Ayer se cumplió un año del fallecimiento de Xabier Arzalluz Antia. En estos tiempos en los que a veces parece que nuestros anhelos políticos se enredan en conceptos que hacen difícil aferrar la sustancia de lo que nos define, se echa de menos su voz. Arzalluz ha sido un referente político para los abertzales. Él combinaba la “realpolitik” –la consecución de intereses prácticos para Euskadi y la ciudadanía vasca– con la constante pedagogía de lo que supone ser abertzale, preparando incesantemente la conciencia nacional vasca de cada uno de nosotros para el momento en el que, usando su expresión, “la bota de Madrid” afloje y podamos dar un salto, grande o pequeño, el que se pueda,  en la construcción nacional de nuestro Pueblo.

En aquellos años, muy lejanos ya, de los mítines que abarrotaban Anoeta, acudíamos a escuchar a un Arzalluz reivindicando que somos un Pueblo, el Pueblo Vasco, que exige ser respetado como tal. Entonces, y aún mucho después, acudir a los mítines de Xabier o llenar las campas de los Alderdi Eguna para escucharle era realmente motivador. Son sus palabras: lo importante era “el entusiasmo de la gente, ver cómo la gente está con lo que tú estás diciendo, que es a la vez interpretar lo que la gente quiere. Es decir, la comunión, el pensar realmente lo mismo y el entusiasmo que eso comunicaba para una acción posterior”. Tampoco los ladridos de la “brunete mediática” –como él llamaba a los medios y opinadores españoles, siempre dispuestos a demonizar al nacionalismo vasco personificando el ataque, preferentemente, contra el propio presidente del EBB– nos disuadían de aplaudir sus palabras. Ocurría todo lo contrario, esa “comunión” de la que hablaba se intensificaba de manera proporcional a los agravios que le asestaban desde España: todos nos sentíamos insultados con él, y al mismo tiempo, todos nos sonreíamos con la misma sorna que empleaba Xabier para devolverles la pelota.

Arzalluz tenía entre sus virtudes la de saber hablar claro y llamar a las cosas por su nombre. No iba con él esa técnica, tan al uso últimamente en la política, que consiste en parecer que se habla sin decir nada.  Tampoco se plegaba al recurso de “los quedabien”, eso de cobijarse en la “corrección política” para salir indemnes del nunca fácil ejercicio de la comunicación política. Xabier Arzalluz sabía elegir las palabras que transmitieran, exactamente, lo que había que decir y lo hacía con todas las consecuencias. Si en su tiempo esta virtud ya resultaba llamativa, en los actuales tiempos líquidos, en los que muchos políticos pertenecen al género invertebrado, lo sería aún más.

Alguna vez le oí decir que leía el ABC “porque siempre hay que saber qué anda diciendo el enemigo”. Desde luego, este es un buen consejo para cualquiera de los que nos dedicamos a la política porque, de entrada, requiere discernir dónde se ubica ese “enemigo”. El 5 de mayo de 2001, en plena campaña electoral al Parlamento Vasco, el editorial del ABC comentaba unas declaraciones suyas en las que afirmaba que “el País Vasco conseguirá con su independencia su verdadera liberación” y añadía que “la democracia española es una democracia tutelada por el Ejército y de muy baja calidad”.  Por esas afirmaciones fue tachado de “provocador”, de “perpetrar desahogos dialécticos” y de “desvelar la impostura del nacionalismo”. He elegido este editorial no por ser el más ofensivo entre miles, sino por ser un buen ejemplo de la contundencia con la que Xabier Arzalluz sabía expresar su opinión y su ideario. En realidad, en aquel tiempo, todo el españolismo atacaba a saco cualquier expresión del nacionalismo vasco que, a su vez y de forma comunitaria, reaccionaba ante “la brunete”. Aquella campaña más que épica, fue bélica; y, desde luego, no hubo lugar para la impostura: las posiciones estaban bien marcadas. Entre otras, la de Zapatero, quien se pasó por Euskadi para exigir a los votantes del PNV “la claridad histórica de atreverse a decir a Arzalluz que se ha equivocado”. El resultado final se tradujo en 33 escaños para el lehendakari Ibarretxe y 32 para el tándem Oreja-Redondo. Hortzetako ederra. Arzalluz no se había equivocado. Durante la noche electoral, mientras los batzokis eran una fiesta, Arzalluz denunció “la campaña más sucia” conocida. Lo fue.

Y cómo son las cosas: durante aquella campaña de 2001 “¡Basta Ya!” organizó en el Kursaal un acto “contra el nacionalismo excluyente”, según recogía El País. La crónica apuntaba que el público “reaccionó” a “los vídeos que parodiaron a los líderes nacionalistas, particularmente a Xabier Arzalluz”. Pues bien, este es un titular del ABC de hace dos días: “«Unión 78»: el despertar de un ¡Basta ya! nacional”, impulsado por los mismos Savater, Rosa Díez y María San Gil de entonces. La presentación de la nueva “plataforma cívica contra las cesiones a los nacionalistas que despedazan España” demuestra que, entonces como ahora, el enemigo era, y es, el nacionalismo vasco y catalán. Y que Arzalluz, una vez más acertó cuando definió a los del “¡Basta Ya!” como “el último invento de aquellos que odian el mundo nacionalista, como Savater. Cogen la palabra libertad y a cuenta de ETA nos meten a todos en el mismo saco, pero en realidad están obsesionados con el plan de Ibarretxe”.

Siguiendo con el juego de confrontar lo que nos ofrece la actualidad política con el pensamiento de Arzalluz, que no pierde vigencia, cabe apuntar otro tema. Esta misma semana, Arnaldo Otegi ha vuelto a repetir uno de sus eslóganes, ese que habla de la supuesta “renuncia del PNV al soberanismo”, como si le valiera de excusa para preparar “la alternativa al PNV”. Alternativa “desde la izquierda” con el PSOE y con Podemos. No sé por qué será, pero Otegi cada vez recuerda más a aquella Euzkadiko Ezkerra que también intentó un acuerdo con EA y el PSOE para desplazar al PNV. Cabe replicar a Otegi con un par de frases de Arzalluz: “¿Pero todavía hay que decir qué somos? El PNV es un partido soberanista y va a crear un Estado vasco. Eso es irrenunciable, digan lo que digan. Otra cosa es cuándo y cómo. Eso ya lo verá el PNV”. Pues eso, Otegi: irrenunciable. Como decía Arzalluz “todos los nacionalismos de verdad han sido independentistas”, ya que no cabe ser abertzale y conformarse con estar subyugado. Otra cosa es, como también afirmaba, que “si tienes una fuerza superior en contra tienes que adecuarte y actuar según esa situación y, si no, estás perdido. Es cuestión de inteligencia”

Ahora que hemos arrancado de Madrid cuando menos la promesa del cumplimiento de todas las transferencias incumplidas del Estatuto, cabe recordar que ya en los 80 escribió: “dije, y se recibieron mis palabras  con alborozo en Madrid, que nuestro Estatuto es el mejor que ha obtenido un pueblo minoritario en la Europa comunitaria. Pero se omitió añadir lo que añadí: sobre el papel”. Visto lo ocurrido durante cuatro décadas, hay que reconocer que Arzalluz conocía bien la inconsistencia de los compromisos de Madrid, lo cual no le impidió comprometerse a favor de este Pueblo acordando con el Estado. Además, siempre fue consciente de la tensión que genera el hecho de acceder al poder cuando el partido “contiene un ideal de lucha” y no es “simplemente un partido de interés”. De él hemos aprendido a conjugar el escepticismo con la responsabilidad y la ideología con el pragmatismo.

Xabier Arzalluz afirmaba que la Historia se puede conocer pero también se puede hacer y que la política, en definitiva, es eso, ir haciendo Historia. Él sin duda hizo buena parte de nuestra Historia y ahora nos toca a nosotros seguir haciéndola. Para ese fin casi basta con que interioricemos de verdad esta frase suya: “yo soy vasco. Esa es la conclusión a la que llego”.

Amaitzera noa Arzalluzen hileta-elizkizunean Azkoitiko parrokian Xabier Euzkitzek bota zuen bertsoarekin:

Europazale sutsu / bezain azkoitiar, / herritarren eguzki, / bidaideen ipar. / Bakeleku berritik / emaguzu indar, / lotien ernatzaile, / epelenen txingar… / Bakeleku berritik / emaguzu indar, / nahi zenuen herria / lor dezagun bihar.

Hala bedi.

1 Comment
  • Sabino Azkarate
    Argitaratua: 09:39h, 29 otsaila

    De todo lo que decía mi admirado Xabier Arzalluz se puede aprender, incluso cuando se equivocaba. Este pueblo encontrará lo que busca haciendo amigos y no enemigos.