A SÁNCHEZ Y A CHIVITE SÍ, SÍ Y AL PNV NO Y NO

Después de mes y medio y 15 reuniones al más alto nivel con los tres grupos de la oposición, el proceso negociador de los Presupuestos de Gipuzkoa para 2024 ha terminado de  manera abrupta. Ya es público que la Diputación Foral no dispondrá de un nuevo presupuesto y que tendrá que prorrogar el de este año.

No disponer de un presupuesto actualizado plantea inconvenientes –más allá de no contar con los 30 millones de más que posibilitaba el nuevo proyecto– y no es lo deseable. Pero esto no es el Congreso norteamericano, donde de vez en cuando amenazan con no poder pagar ni a los funcionarios públicos –amenaza que, por cierto, nunca se cumple, siempre se llega a un acuerdo in extremis–. Resumiendo: las políticas se llevarán a cabo y la Diputación Foral seguirá prestando sus servicios públicos.

Dicho eso, ¿qué ha pasado? Básicamente, lo de siempre. Se habla mucho de la polarización de la política española y, normalmente, no tanto de la de la vasca. En general, la opinión pública –o la publicada– suele inclinarse a diferenciar España de Euskadi en lo relativo a la polarización. Se tiende a remarcar la gravedad de la polarización política “a la española” y, de hecho, nosotras mismas nos escuchamos en muchas ocasiones decir eso de “esto no es España”. Y, ciertamente, no lo es, pero, desgraciadamente, cada vez se le parece más.

Uno de los resultados de esa estrategia de polarización que mantienen aquí determinadas fuerzas políticas es la cuasi-imposibilidad de lograr acuerdos. Esto es lo que ha ocurrido en Gipuzkoa con los Presupuestos forales. Decían que no había líneas rojas y parecía que podía haber acuerdo. De hecho, ninguno de los tres grupos de la oposición –EH Bildu, Podemos y PP– presentó enmienda a la totalidad. Los posicionamientos se iban acercando. Pero, primero, se descolgaron Podemos y PP; y esta misma semana, en el último minuto, EH Bildu ha dicho que no y ha sacado a pasear esa “línea roja” que, supuestamente, no existía de manera previa.

Una de dos: o todo el proceso ha sido puro postureo en base a una estrategia prediseñada –cosa que no parece improbable– o, si no, en el último momento les ha entrado un ataque de vértigo insuperable. Me decanto por la primera opción o, quién sabe, si se trata de un cóctel de ambas. El caso es que se pueden sacar determinadas conclusiones de todo este proceso de “amagar y no dar” que ha escenificado EH Bildu en Gipuzkoa.

La primera: no es verdad eso que han repetido últimamente de que EH Bildu antepone el país al partido –“aurrena, aberria eta gero, alderdia” que le hemos oído a Arnaldo Otegi, copiando al PNV también en esto– . Si lo fuera, EH Bildu habría alcanzado un acuerdo presupuestario en Gipuzkoa.

Habría habido acuerdo porque la voluntad de la diputada general ha sido innegable; y su implicación personal, también. Así lo confirma la última de las ofertas que Eider Mendoza pudo hacer llegar a la formación de Maddalen Iriarte antes de la rueda de prensa en la que anunciaron el desistimiento: 28 millones de euros para incrementar las ayudas a la dependencia, para un nuevo fondo municipal de mejora del servicio de ayuda domiciliaria, para subvenciones a pequeñas empresas y autónomos ante la carestía de la energía, para I+D+I, para programas de arraigo de empresas estratégicas, para mejora de frecuencias y electrificación del transporte público, para el euskera… Además, recogía otros compromisos tales como el refuerzo del sistema de valoración de la dependencia o un convenio de colaboración con la Mancomunidad de Iparralde, etc.

De modo que lo que define a EH Bildu es, más bien, “primero EH Bildu y se acabó”. Aurrena alderdia, eta kitto. Porque, a ver, ¿Gipuzkoa y su ciudadanía han ganado o han perdido con el “no” de EH Bildu? Sin duda, han perdido.

EH Bildu tiene el ojo puesto en las elecciones y en sus intereses partidistas, y supedita toda su estrategia a ese objetivo. Durante los últimos ocho años, su labor de oposición se ha basado en una especie de cruzada anti-PNV y esa cruzada sigue siendo lo más importante para EH Bildu, más importante que el bienestar de los gipuzkoanos.

En el PNV no entendemos así la política. Y, lejos de eslóganes ponpoxos que se demuestran vacíos a la primera oportunidad, intentamos hacer buena política, de la que sirve al pueblo. A los hechos me remito: cuando Bildu gobernó en minoría la Diputación Foral, el PNV posibilitó los presupuestos de 2012, 2013 y 2014. Y no lo hizo porque estuviera de acuerdo, precisamente, con el modo de actuar político de aquel Gobierno foral –que, por cierto, gastaba más energía en atacar al propio PNV que en gestionar–, sino porque mejoraba las cuentas en lo que podía y actuaba con la premisa de que era mejor para Gipuzkoa tener presupuestos – aurrena, herria–.

Segunda conclusión: qué fácil es para EH Bildu decir amén-amén a Chivite en Nafarroa y a Pedro Sánchez en Madrid. Allí, la excepción es no acordar. Aquí, la regla general es “no y no”. Aunque las posturas se acerquen, siempre quedará el comodín de las famosas líneas rojas supuestamente inexistentes y la resultante, amagando más o amagando menos, será “no”.  Por lo menos, hasta la fecha.

Y tercera conclusión: ¿dónde ha quedado el supuesto –y falaz– “acuerdo del PNV con el PP” que EH Bildu ha repetido sin descanso desde la larga campaña electoral de primavera-verano? Pues queda claro que no hay tal acuerdo: el Gobierno foral se queda sin Presupuestos aunque le habría resultado suficiente llegar a un acuerdo con el partido popular.

De hecho, es una pena que no se puedan hacer apuestas sobre lo que no ha ocurrido pero, si se pudiera, ganaría quien hubiera apostado que, de haberse cerrado un acuerdo con el PP, no habrían aflorado las ya mencionadas “líneas rojas”. Si el Gobierno foral hubiera llegado a un acuerdo con el PP, entonces, EH Bildu habría argumentado: “estábamos dispuestos a arrimar el hombro a favor de la ciudadanía gipuzkoana, pero de ninguna manera podemos apuntalar ese pacto con el PP que hemos denunciado tantas veces”. Pero, como no hay –ni ha habido- pacto con el PP, pues toma “líneas rojas” de última hora.

Por cierto, está visto que no hay escrúpulo alguno por parte de EH Bildu –ni de Podemos, by the way– a la hora de coincidir con el Partido Popular cuando la coincidencia se plantea en el “no”. En la negativa, barra libre de compañeros de viaje. Cada cual tiene sus motivos, no sugiero lo contrario, pero el hecho es que coinciden sin problema.

Y tampoco es que coincidan solo en el “no” al Presupuesto. La semana pasada se produjo una coincidencia mucho más “exótica”: EH Bildu, Elkarrekin Podemos y el Partido Popular coincidieron en el “sí” a… exigir al Gobierno Vasco que complemente las pensiones del sistema de la Seguridad Social hasta 1080 euros. Es más, la portavoz de EH Bildu utilizó la red social X para congratularse de que la mayoría de las Juntas Generales hubiera votado a favor de la iniciativa, eso sí, sin mencionar que se habían valido del voto favorable del PP para sacar adelante su iniciativa.

El objetivo real de EH Bildu y de Podemos al plantear ese debate en Juntas Generales no era sacar adelante una iniciativa que saben imposible –como ya dejó dicho Zapatero en 2008 al cuestionar la ley de la RGI que el Gobierno de Ibarretxe estaba tramitando, “el complemento de pensiones es una competencia exclusiva del Estado”–. La verdadera finalidad, por encima de cualquier otra cosa, era obligar al PNV a tener que votar en contra de una reivindicación, la de las pensiones mínimas a 1080, que comparte cualquiera con un mínimo de empatía; es decir, colocar al PNV en el corner de los antipáticos mientras ellos se hacen los simpáticos.

EH Bildu ha posibilitado la presidencia del Gobierno del Estado. Sin embargo, ha sido la única formación política que no ha firmado un acuerdo público con Pedro Sánchez. El  resto de los partidos sí lo hemos suscrito. De hecho, esta misma semana y fruto del acuerdo entre el PNV y Pedro Sánchez, el Gobierno del Estado ha aprobado una cuestión muy relevante: la preeminencia de los convenios laborales de Euskadi frente a los de ámbito estatal. Y, en ese mismo acuerdo, está incluida la transferencia de la gestión de la Seguridad Social –ya veremos si esta vez cumplen–.

Arnaldo Otegi afirmó que lo importante no es presentar un acuerdo, sino “la paciencia estratégica”. Vale, pero ¿por qué no paciencia estratégica + 1080? No, EH Bildu, que se sepa, no ha exigido a Pedro Sánchez el complemento de las pensiones, siendo como es materia de su exclusiva competencia; se lo exigen al Gobierno Vasco del lehendakari Urkullu, a sabiendas de que la competencia no es suya y no puede hacerlo. Puro postureo. Y el PP se les suma haciendo el ejercicio de demagogia más simplona que se ha visto en mucho tiempo –y de incoherencia más absoluta con su propia trayectoria en tiempos de Rajoy, por cierto–.

Así son las cosas de la polarización “a la vasca”. Cabe terminar diciendo que, en uno de esos pueblos de Gipuzkoa en los que EH Bildu tiene mayoría absolutísima, presentaron la misma moción para exigir el complemento a 1080 y un concejal del PNV planteó “¿por qué no lo hacemos desde el Ayuntamiento para nuestros pensionistas?” Y el alcalde de EH Bildu respondió raudo “porque no es nuestra competencia”. ¡Aibala!

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