18 may. Para seguir adelante
De nuevo tenemos cita con las urnas, esta vez para elegir nuestros Ayuntamientos, las Juntas Generales de las que surgirá la nueva Diputación y, también, nuestros representantes en el Parlamento Europeo.
Esta campaña electoral carece del estímulo con el que nos bombardearon en abril: la amenaza de involución social y política de la derecha españolísima. La amenaza hizo salir de la abstención a muchas personas que reaccionan cuando ven en peligro nuestra nación, Euskadi, y todo aquello que trabajosamente hemos ido logrando. Sin embargo, no quisiera dejar de hacer un llamamiento a mantener su compromiso político dirigido a todas esas personas que en Gipuzkoa entendieron que la mejor opción, la más eficaz, la más fiable para defender lo que nos define como Pueblo Vasco, es el PNV: si el PNV es la mejor opción para defender los intereses de Euskadi en la selva de la política madrileña, lo es aún más para trabajar en la exigente vida municipal y foral y en la europea.
A veces se nos olvida la fuerza que tiene nuestro voto, a veces perdemos la perspectiva del valor de cada voto cuando vemos los resultados contabilizados por miles. Pero esos miles que aparecen en los diagramas de los periódicos del día después, solo tienen un ingrediente: el voto unitario emitido por cada una de las personas que expresa su opción individual. Esas voluntades, todas ellas, hacen que la balanza caiga de un lado o del otro. Y no es lo mismo.
No es lo mismo populismo que política. Puede que el populismo, en algunas de sus expresiones, resulte sugerente –de hecho, está diseñado para decir lo que la gente quiere oír– pero la política es trabajar para crear empleo, es trabajar para que ese empleo sea de calidad, es fomentar la justicia social para no dejar que haya personas que se quedan al margen del progreso social, es trabajar para una igualdad de oportunidades para todos y todas, trabajar para la igualdad real de hombres y mujeres. La política es trabajar.
Y ese es, precisamente, el modelo del PNV. Un modelo que lleva cuarenta años trabajando para mejorar este Pueblo, cuarenta años creando y mejorando una protección social que se posiciona entre los mejores de Europa, construyendo una educación inclusiva y garantizada, o el mejor modelo público sanitario. Un modelo que es consciente de que para que haya justicia social hay que saber hacer política económica y, por lo tanto, crear las condiciones más adecuadas para que las empresas tengan éxito, de modo que éstas, a su vez, creen empleo de calidad y aporten recursos económicos para mantener un gasto social que se traslade a mantener las exigencias, cada vez más costosas, de una sociedad cohesionada. Todo esto, y otras tantas políticas, no se hacen en Madrid, se hacen aquí. Las hace el Gobierno, que no es otro que el vasco, nuestro Gobierno, y las hacen nuestras Diputaciones Forales y nuestros Ayuntamientos.
Algunos se dedican a descalificar el modelo del PNV y a los hombres y mujeres que, con su voto, le otorgan confianza. Otros, se dedican a una confrontación político-sindical sin cuartel contra las instituciones en las que gobierna el PNV, pretendiendo crear un clima social que las desgaste. Todos ellos se apuntan a la estrategia de Marx –Harpo–, que a base de pedir más y más, “y dos huevos duros más”, acaban reventando el camarote. Buena parábola y muy actual, esta escena de los Hermanos Marx, de una oposición tratando de mostrar un modelo alternativo.
Modelo alternativo, que en realidad, no existe. Fundamentalmente, porque lejos del populismo, el modelo de desarrollo que necesita Gipuzkoa debe sostenerse en una premisa inexcusable: el principio de sostenibilidad. Nuestras políticas, todas ellas, deben responder a las necesidades de la sociedad actual, pero nunca a costa de cargar las espaldas de las generaciones futuras con la herencia de la deuda con la que financiar los servicios y las prestaciones de la actual generación. Hacerlo así pondría en peligro el estado del bienestar de las hijas e hijos de los actuales gipuzkoanos. Y del mismo modo que debemos reaccionar ante el cambio climático y toda la maraña inmensa de problemáticas medioambientales que plantea nuestro modo de vida, debemos cuidar la sostenibilidad de nuestro modelo social público, ir haciendo políticas inteligentes que lo mejoren, pero garantizando la pervivencia del mismo, porque debemos mucho a las generaciones que nos han precedido pero nos debemos a quienes nos seguirán. En política no se puede olvidar la regla de la solidaridad intergeneracional.
Asimismo, hay quienes reivindican crecimiento económico y estabilidad política. O mejor dicho: reivindican exclusivamente estabilidad política para el crecimiento económico. Sin embargo, parecen no reclamar con la misma insistencia la estabilidad laboral necesaria para que las personas trabajadoras puedan tener un proyecto de vida digno, ni el crecimiento político que este Pueblo necesita. Para el PNV la estabilidad política es importante, y también lo es estabilidad en el empleo, lo cual no significa caer en el “comodismo”, instalándose en la comodidad y alimentándose de egoísmo, sino luchar por asegurar derechos básicos por medio del crecimiento económico y del avance político, necesarios el uno como el otro, porque quien no avanza, retrocede.
El modelo político y social del PNV son las dos caras de una misma moneda: un proyecto abertzale que sabe que no cabe reivindicación nacional sin ética, sin pervivencia cultural, sin desarrollo económico y sin justicia social. Esa fue la decisión estratégica del PNV tras la dictadura: la opción por vías exclusivamente políticas y democráticas para la construcción nacional del Pueblo Vasco. El PNV mantiene la reivindicación legítima que, como nación que es, le corresponde a Euskadi: el autogobierno. No un autogobierno ceñido solo a la exigencia del cumplimiento del Estatuto de Gernika, no. Sino un autogobierno que abarque todas aquellas políticas, materias y decisiones que inciden en el desarrollo de la vida de las personas que conforman nuestra nación. Es decir, un autogobierno pleno, que equivale a decir un estatus de Estado, tal y como se recogió en las Bases aprobadas por el Parlamento Vasco.
En ese sentido, nuestro programa para las elecciones europeas recoge el compromiso de plantear una Directiva de Claridad, un mecanismo para que aquellas comunidades políticas europeas, como la vasca, que quieran acceder a un nuevo estatus puedan consultar a la ciudadanía para que esta decida, libre y democráticamente, el tipo de relación política que quiere mantener con el Estado al que pertenece. Propuesta que entronca con la que el Lehendakari Agirre presentó en 1949 ante el cuerpo consular. Una propuesta en la que establecía las condiciones para que las naciones europeas que así lo demandaran, acreditando la voluntad democrática necesaria para ello, pudieran acceder al estatus requerido dentro de una Europa federal plenamente democrática.
No quisiera terminar sin hacer una breve mención a lo que ha supuesto ese modelo propio del PNV para Gipuzkoa durante estos cuatro años de gobierno en Diputación: frente a la pasividad de Bildu, políticas económicas activas que nos han colocado por debajo del 8% de paro. Frente al desastre de Bildu, la puesta en marcha del centro de gestión ambiental de residuos de Zubieta, frente a los recortes de Bildu –en puridad, motivados por la crisis de 2012 y 2103-, un importante incremento en políticas sociales, que alcanzan un gasto de 542 euros por cada gipuzkoano este año. Frente al alarmismo interesado de Bildu, una Bidegi saneada que, además ha pagado la obra de Deskarga que dejaron, literalmente, colgada. Frente al cortoplacismo de Bildu, los programas punteros de Etorkizuna Eraikiz. Frente a la imposición, la colaboración con la sociedad civil del Territorio. Frente a la demagogia, una sociedad cohesionada a los mismos niveles de los países nórdicos. En resumen, futuro para Gipuzkoa.
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