04 jun. Política industrial: memoria vs amnesia
El pasado sábado me tocó participar en un debate de Radio Euskadi y uno de los temas a tratar, “situación de la industria vasca”, me obligó a atender a la situación de Siemens Gamesa. Resumiendo: Siemens Energy argumenta que tiene que hacer frente a las pérdidas de la empresa –unos 2.300 millones en los últimos dos años y medio– y que lanza la OPA para recuperar la confianza en los inversores. En ese sentido, esperamos que se confirme aquello que ha dejado dicho el CEO de Siemens, “los trabajadores no son el problema”, y que la empresa pueda estabilizarse.
¿Es la situación, confiemos que coyuntural, de la cuenta de resultados de Siemens Gamesa un exponente de que, en esta parte de Euskadi, “no hemos tenido política industrial”, tal y como vino a afirmar el parlamentario de EH Bildu, Iker Casanova, durante el debate? Pues no. Como tampoco lo es el que Siemens y Gamesa se fusionaran en 2017. Son cosas del mercado o del capitalismo, como se prefiera.
Si hay una política en la que cualquier persona de este país reconoce el liderazgo del Gobierno Vasco en los últimos 40 años, esa es la política industrial. No es necesario recitar aquí, como si se tratara de la lista de los reyes godos, todos los planes puestos en marcha desde que el Gobierno Vasco asumiera la competencia en 1981 hasta hoy mismo. Por eso, resultó hasta curioso escuchar a Casanova decir que “no tenemos este nivel de vida porque el PNV lo haya hecho muy bien” y que la industria vasca ya estaba “en la época de Franco y en el siglo XIX”. Por cierto, Casanova acortó la historia de la actividad industrial vasca: se olvidó de la construcción naval de los siglos XV-XVII y de las 300 ferrerías repartidas por muchos de nuestros valles en el siglo XVI, etc.
No tuve oportunidad de responder, de ahí este artículo. De haber podido, le habría recordado el declive que sufrió la industria vasca en los 70, víctima de la crisis energética y, sobre todo, de su escaso desarrollo tecnológico. O que, en el momento en el que el Gobierno Vasco inició su política industrial, Euskadi era uno de los ejemplos más tristes de decadencia industrial en Europa. De hecho, en aquella época se perdió casi la mitad de los puestos de trabajo de la industria vasca.
Evidentemente, la evolución que la industria vasca ha tenido desde entonces no ha sido mérito exclusivo del PNV porque en Euskadi hay mucha sociedad, mucha empresa y empresario y, sobre todo, mucha gente trabajadora y el desarrollo industrial requiere de todos. Pero, sin duda, desde el primer día y hasta hoy, la política industrial –creación de polígonos, ayudas a la inversión productiva, parques tecnológicos, internacionalización, créditos participados, etc. y, muy especialmente, el esfuerzo en I+D+i– ha sido una prioridad absoluta para el PNV.
A este respecto, resulta interesante rescatar un debate en el Parlamento Vasco en 1993. Juan Mari Ollora, portavoz por el PNV, en su turno, respondía así: “Si algo queda claro de este Gobierno y de los anteriores, es una decidida y manifiesta política de apostar por el tejido industrial de este país. Del año 85 al 92 hemos dedicado, en términos de recursos públicos, 323.000 millones de pesetas a atender el desarrollo industrial”. Desde entonces, a saber cuánto. Por poner un dato, solo en 2021 se concedieron ayudas para PYMES por 525 millones de euros.
Herri Batasuna participó en aquel debate aunque, muy propio en ellos, se marcharon sin votar, no sin antes dejar testimonio de su posición política: “denunciamos las graves deficiencias” de un plan que “se basa en la iniciativa privada”, dejando a un lado la responsabilidad y “las importantes e ineludibles funciones que el sector industrial público tiene”, un plan “del más duro estilo neoliberal”, en el cual “todo queda a la espera de la inversión privada”.
Leyendo “Euskal Eredua. Un país mejor”, el documento que EH Bildu acaba de presentar, tenemos que reconocer que han modificado su lenguaje: ya no es el que usaban en 1993 sino otro mucho más sofisticado. Ahora adoptan términos como “política de innovación orientada por misiones”, “co-creación activa de mercado” y cosas semejantes. Para los de GKS –las juventudes comunistas que andan a la greña con la izquierda abertzale en txosnas y gaztetxes- el neo-argot de EH Bildu seguro que es muestra de la deriva “interclasista” de la IA. Pero, en cualquier caso, como hace tres décadas, siguen con las acusaciones de “neoliberales” hacia las políticas industriales del PNV para terminar reivindicando que las instituciones públicas vascas y las empresas deben actuar “compartiendo riesgos pero también beneficios”. Es decir: una readecuación de aquel añejo “sin quedar a la espera de la inversión privada” de 1993.
Así que, la política industrial del PNV no es válida para EH Bildu porque consideran que no es suficiente “corregir fallos del mercado”. EH Bildu propugna que las instituciones vascas entren directamente en las empresas compartiendo riesgos y beneficios –“que el sector público participe directa e indirectamente en la economía”–. La cuestión es que “compartir beneficios” suena bien, pero “compartir riesgos” implica asumir pérdidas
empresariales. Y si volvemos al caso de Siemens Gamesa, da algo de vértigo pensar qué parte de los 2.300 millones de euros de pérdidas tendríamos que asumir, según el programa de EH Bildu, tirando de presupuesto público. Yendo un poco más allá: cuando llegara la próxima crisis económica, ¿dónde quedarían las políticas sociales vascas si la política industrial de nuestras instituciones se basara en “asumir riesgos”, aunque fuera en parte, de todas aquellas empresas con las que se hubiese optado por la “co-creación activa del mercado”? A saber.
Pero dejemos la política-ficción y volvamos la vista atrás. Casanova afirmó en su intervención que “no hemos tenido política industrial porque la derecha neoliberal piensa que la mejor política industrial es la que no existe”. El mantra de la supuesta derecha neoliberal en referencia al PNV, como se ve, es un clásico que mantiene actualidad. Y en cuanto a la frase, esa sí neoliberal de aquel Gobierno de Felipe González, solo cabe decir que el PNV siempre se ha mantenido en las antípodas. Y Casanova, lo sabe.
A su vez, Jon Hernández, el parlamentario de Elkarrekin-Podemos, molesto, le espetó que le parecía “injusto” que EH Bildu se arrogara para sí, en exclusiva, “la crítica a la política del Gobierno Vasco en estos últimos 40 años”. Y mientras les escuchaba sin poder responder, y ya que algunos se permiten de valorar décadas de historia ajena y se atreven a hacerlo de forma tan absurda y prepotente, me preguntaba si me estaría permitido cambiar el foco para hacer memoria y “valorar”, a su vez, los mismos 40 años desde otra óptica. Por un principio básico de equidad parecería que sí, que si Casanova puede echar la vista atrás, también los demás podemos levantar el velo de esa amnesia interesada en la que algunos se han instalado y quieren imponer con carácter general.
Parecería lógico poder nombrar a Aingeru Berazadi, a Lucio Aginagalde, a Cosme Delclaux, a José María Aldaia o a Joxe Mari Korta, unos pocos nombres entre los 49 empresarios asesinados y los 52 secuestrados; o recordar a los miles y miles de empresarios a los que les llegó la carta requiriendo el impuesto revolucionario desde la “hacienda paralela” montada por la vanguardia del PTV –Pueblo Trabajador Vasco–, sujeto revolucionario de la revolución pendiente.
Puestos a valorar en toda su globalidad la política industrial llevada a cabo en este país durante esas décadas, cabría preguntarse, cuando menos hipotéticamente y sin pretensión de herir susceptibilidades, qué tipo de efecto cuantificable produjo entonces y, también a futuro, en el tejido industrial vasco, no solo la política de las instituciones vascas –ahora tildada con cierto desdén por EH Bildu de “política keynesiana”– sino también la “acción revolucionaria” que muchos jaleaban muy activamente.
Pero, a lo mejor, resulta que no cabe ya hacer ese tipo de mención y que esas valoraciones, tan retroactivas como interesadas, solo se pueden hacer sobre, mejor dicho, “contra” la gestión industrial del PNV. Porque como dejó dicho, ya en 2011, un importante candidato gipuzkoano de Bildu: “sin mirar mucho hacia atrás, es muy importante cambiar de vocabulario y apostar por conceptos como empatía, colaboración o consenso”. A aquel vocabulario estrenado en 2011, parece que ahora han añadido “co-creación activa de mercado”.
Para terminar, menos mal que entre tanta lectura interesada, me acaba de llegar una nota del Eustat: el sector de la industria se ha acelerado durante el primer trimestre del año. La actividad ha sido un 6,5% superior a la del primer trimestre del año anterior, tras un ascenso del 3,5% en relación al precedente. Y además, hay más gente trabajando que nunca.
A Iker Casanova le diría que nadie pretende arrogarse para sí los datos cuando son buenos, porque el PNV siempre ha sabido que no puede sustituir a las empresas. El desarrollo industrial de Euskadi no es mérito exclusivo del PNV, cierto, pero se ha logrado a pesar de la izquierda abertzale.
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