24 abr. SIN ACRITUD
El domingo pasado, Iñaki Soto, director de Gara, publicó una tesis sobre el enfado, sobre el supuesto enfado en el que -según él- incurre el PNV. Un enfado urbi et orbi, y especialmente virulento hacia EH Bildu.
Resulta que, un par de días después de leer a Soto, tuve la oportunidad de vivir en primera persona un fenómeno de enfado bastante curioso en el Parlamento –iba a escribir “en el Parlamento Vasco” pero me carga esa necesidad que tenemos de referirnos a lo nuestro acompañado siempre con un adjetivo: “vasco”; me carga porque los españoles no sienten la necesidad de adjetivar con “español” a su Congreso de los Diputados, que es siempre español–. Resulta que EH Bildu y Podemos invitaron a comparecer a GuraSOS, la plataforma anti-incineración. La ocasión me motivó y dediqué mis diez minutos de intervención a soltar unas cuantas verdades a los comparecientes para, básicamente, poner en evidencia algunas de las muchas mentiras que llevan años vertiendo. Pretendía denunciar el torpedeo sistemático al que han sometido las decisiones legítimamente democráticas que han ido adoptando las instituciones de Gipuzkoa; decisiones acordes con una solución limpia, segura y sostenible al problemón de los residuos. Pues bien, en mis años de trabajo parlamentario, nunca he sido testigo de un nivel de enfado como el manifestado por los portavoces de EH Bildu y Podemos.
La situación resultó curiosa, principalmente, por la constatación de lo poco que les gusta a algunos que se les enmiende la plana y, además, porque me dio por acordarme de “la tesis Soto”. Pero como las exageraciones me gustan menos que al director de Gara, no seré yo quien diga que se pusieron como basiliscos. En todo caso, considero que enfadarse es humano, ya que no somos de corcho. La cuestión está en si el enfado está o no razonablemente justificado. Y no queda justificado que uno se enfade por oír lo que no quiere después de haberse tomado la libertad de decir, hacer o dar cobertura a lo que quiere, que es lo que ocurrió en la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento. Ahora bien, acaso, tiene cierta justificación sentirse enfadado por ser diana de una estrategia política diseñada para el acoso y derribo de quien se considera enemigo político. Lo de esa estrategia no me lo invento ya que, además de no ser nueva, la han dejado por escrito en la Ponencia Política del recientemente celebrado II Congreso de EH Bildu: “vivimos una época que multiplica las posibilidades de crítica sistémica”. Y, conociendo el percal, añádase -en este caso, sí- un adjetivo: desaforada crítica sistémica.
Decía Iñaki Soto que “a pesar de ser el territorio donde la alianza entre abertzales sería mejor vista, los dirigentes jeltzales de Gipuzkoa son muy beligerantes”; y añadía que “lo que tuvo que hacer el PNV para recuperar las instituciones ha degenerado las relaciones entre abertzales”. ¿Lo que tuvo que hacer el PNV? A lo mejor a Soto se le ha olvidado que el principal movimiento que hizo el PNV “para recuperar las instituciones” no fue otra cosa que tomar una decisión tan inteligente como arriesgada: desoír los insistentes cantos de sirena del PSOE y el PP, y dejar que Bildu se retratara durante cuatro años de gobierno en la Diputación Foral y el Ayuntamiento de Donostia.
Ciertamente, mucha gente vería bien –y me incluyo– la alianza entre abertzales. Incluso, más allá de “verla bien”, se me antoja que, desde la perspectiva abertzale más básica, es necesario que se produzca tal entendimiento si pretendemos dar un salto cualitativo en nuestras reivindicaciones nacionales. Pero enfadarse es humano. Y a pesar de que la capacidad de aguante de las bases del PNV es muy grande, la habilidad de la izquierda abertzale para terminar con la paciencia más prodigiosa parece no tener límite. De hecho, ese es el peor mal que tiene la política vasca.
No deja de llamar la atención que a Soto no se le haya ocurrido mejor ejemplo que lo que está ocurriendo con Corrugados para ilustrar la supuesta “beligerancia” del PNV de Gipuzkoa hacia EH Bildu. El problema no es que Arantxa Tapia “menosprecie” a la alcaldesa de Azpeitia, Nagore Alkorta; de hecho, no ha habido menosprecio personal, ni por parte de Tapia, ni de nadie. El problema es mucho más grave y más de fondo. Más grave, porque corremos el riesgo cierto de ver cómo el dueño de Corrugados da la orden de desmantelar la planta, cuando hace unas semanas trasladó a la alcaldesa su intención de reflotarla. Reabrir Corrugados supondría la creación de 150 puestos de trabajo industriales directos y otros 200 en empresas auxiliares, pequeños talleres y servicios de todo tipo. En puridad, el único menosprecio real que ha existido en este asunto es el que ha exhibido el Ayuntamiento de EH Bildu al negarse a posibilitar la reapertura de la planta; una negativa soportada en interpretaciones restrictivas del Plan General y en excusas no demasiado consistentes, que evidencian su falta de voluntad política.
Desde hace semanas, la alcaldesa Alkorta tiene sobre la mesa de su despacho una propuesta real y concreta para reabrir Corrugados: una moción en la que los concejales del PNV asumen el compromiso de apoyar la tramitación de las
modificaciones del Plan General que EH Bildu considere oportunas para desatascar una situación surrealista. Y ello a pesar de no considerarlas necesarias. Nagore Alkorta ha pospuesto el Pleno para tratar dicha moción hasta en dos ocasiones. Este sí es un ejemplo claro de posibilidad de llegar a un acuerdo por el bien general de Azpeitia y su comarca, un acuerdo en torno a un proyecto real, factible, de creación de cientos de puestos de trabajo industriales. ¿Qué lo impide?
La principal razón que subyace en el hecho de que no se estén dando pasos para reabrir Corrugados es la falta de un modelo industrial en EH Bildu. No lo tienen, por mucho que Iker Casanova lo reivindique permanentemente en el Parlamento o en twitter. En realidad, el modelo industrial de EH Bildu se sustenta, básicamente, en buscar la confrontación con el Gobierno Vasco y la consejera Tapia. A la hora de la verdad, EH Bildu elude la responsabilidad de tomar decisiones que puedan resultar controvertidas. La contra-moción que han presentado en Azpeitia sobre Corrugados es el mejor ejemplo de ello: que si el Ayuntamiento no tiene una “solicitud oficial”, que si exige “respeto a la autonomía municipal” –como si los concejales del PNV no fueran parte del Ayuntamiento–, que si “reitera su compromiso” con la creación de puestos de trabajo… Patatas. Cualquier alcaldesa del PNV habría hecho lo imposible para amarrar la reapertura de Corrugados desde el primer momento, firmando un preacuerdo con el empresario y, seguramente, soportando esa clase de oposición sin cuartel que tan bien sabe hacer la izquierda abertzale en los ayuntamientos gobernados por el PNV.
Pero a EH Bildu le entra vértigo porque su discurso se basa, en casi todos los ayuntamientos que gobierna, en fomentar un “parque temático” en el que las asociaciones afines al gobierno municipal son excelentemente bien tratadas. Por lo demás, se limitan a gestionar el alumbrado público y las aceras, confiando siempre en ese principio que dice que si no se acometen proyectos importantes nadie los echará en falta y nadie se pondrá en contra de la nada. Una grave indefinición de modelo que opta por la evasión en vez de por el compromiso.
Ocurre, además, que el propio discurso de EH Bildu sobre política industrial se sustenta, más allá de en la flojera a la hora de tomar decisiones importantes, en contradicciones de concepto; y, sorprendentemente, esas contradicciones casi nunca se ponen en evidencia. Así, EH Bildu escenifica gran preocupación por Tubacex -empresa que produce tubos para la conducción de gas-, mientras niega rotundamente que el gas natural sea necesario -que lo es- como energía de transición hacia la descarbonización. También defiende la reindustrialización de La Naval y culpa injustamente al Gobierno Vasco de la adjudicación del ámbito a una empresa de logística –a pesar de que la decisión se ha adoptado en el procedimiento concursal- y, al mismo tiempo, se opone a los tratados comerciales; pero ¿para qué son pues los grandes cargueros sino para el comercio internacional? Etc. Ciertamente, los tiempos que vivimos plantean dilemas. Pero la buena política es la que acierta a encontrar puntos de equilibrio, no la que se cobija en maximalismos contradictorios de suma cero.
Para contradicción concreta, la del acuerdo alcanzado este jueves en el Parlamento en torno a La Naval. En Sestao, EH Bildu, insta a “todas las instituciones” a que hagan lo que puedan para generar empleos industriales. En Azpeitia, la mayoría absoluta de EH Bildu deja pasar el tren del proyecto industrial cierto de Corrugados. Suya, y solo suya, será la responsabilidad. Sin acritud, Soto.
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