26 mar. Sin camuflaje
La invasión de Ucrania, el ataque sin precedentes contra una nación soberana y contra su gente impulsado por el cleptócrata, el asesino Vladimir Putin es de una gravedad intensa. Son palabras del papa Francisco: “pienso en los millones de refugiados ucranianos que se ven obligados a huir, dejando todo atrás, y siento mucha pena por los que ni siquiera tienen la posibilidad de escapar. Tantos abuelos, enfermos y pobres, separados de sus familias, tantas personas, niños y débiles, mueren bajo las bombas, sin poder recibir ayuda ni encontrar seguridad, ni siquiera en los refugios de los ataques aéreos. ¡Todo esto es inhumano!”
Inhumano. Eso es lo que es Putin.
El papa Francisco anda mucho más acertado en la elección de las palabras que algunos otros. De hecho, son determinadas palabras que venimos oyendo las que motivan este artículo. Más incluso que los hechos mismos a los que se refieren, porque las noticias de la masacre que está cometiendo Putin nos llegan de manera incesante en toda su crudeza.
EH Bildu planteó una propuesta en las Juntas Generales de Gipuzkoa: denunciaba el “ataque militar” de Rusia, pedía una “desescalada militar” y terminaba apelando a “vías pacíficas y diplomáticas” para solucionar “las diferencias”. No nos pareció un texto suficiente. Las palabras tienen significado y, precisamente por eso, hay que cuidarlas. Por ese motivo, hicimos dos aportaciones básicas: sustituir las expresiones “ataque militar” y “diferencias” por “invasión”-hay que llamar a las cosas por su nombre, sin camuflaje-, e incluir una mención expresa a nuestro apoyo a todas las medidas adoptadas por la Unión Europea. Esas medidas eran, son, las sanciones económicas establecidas contra Rusia y, también, el envío de armamento defensivo al Gobierno de Zelenski.
Pues no hubo manera de llegar a un acuerdo en esos términos. Juan Karlos Izagirre lanzó un mensaje en Twitter acusando al PNV de querer “erigirse como único proponente válido aunque sea en contra del consenso”. ¡Ay, el consenso! El famoso “consenso” requiere de una pensada porque… ¿qué valor real tiene un consenso logrado en base a rebajar los conceptos hasta que casi no signifiquen nada con sustancia?
EH Bildu viene teniendo un problema de desubicación ante la invasión de Ucrania, que no acaba de resolver del todo. A lo mejor, por cierta nostalgia de glorias pasadas de la Rusia soviética –cabe recordar que Arkaitz Rodriguez debió ser el único político europeo que celebró el centenario de la Revolución Rusa en un acto realizado en La Arboleda-. Desde luego, por aquello de que “los amigos de mis amigos, son mis amigos” –la Rusia de Putin viene siendo aliada de todos aquellos países más o menos referenciales para la Izquierda Abertzale-. Y, sin duda, porque “los enemigos de mis enemigos, son mis amigos”, y EH Bildu nunca ha simpatizado con el “imperialismo yankee”.
Sin embargo, la realidad se impone: Rusia bombardea sin piedad ciudades y objetivos civiles –hospitales, escuelas, bloques de pisos, refugios, colas del pan y lo que se tercie-. Y, ante la evidencia, EH Bildu se ve obligada a acomodar su discurso al mainstream de un pueblo, el vasco, que atiende horrorizado a la matanza de Putin en Ucrania. Esa necesidad de adecuar el discurso es lo que, probablemente, llevó hace unos días al mismo Rodriguez a escribir que la izquierda “debe llamar a la invasión invasión, al imperialismo imperialismo, a la contradicción contradicción y a la nostalgia nostalgia”. Algún efecto ha debido producir esa fórmula; lo sorprendente, sin embargo, es que les haya costado casi un mes evolucionar desde la expresión “acciones militares” al reconocimiento de la “invasión” de un pueblo soberano.
Pero sigue habiendo cuestiones llamativas en la elección de las palabras de los líderes de EH Bildu. Este mismo lunes pudimos escuchar a Arnaldo Otegi en una entrevista en la que hizo referencia a “la invasión imperialista” de Ucrania –vamos avanzando-. En su intervención, llegó a descalificar a Putin hasta en dos ocasiones. Pudo haber elegido muchas palabras para hacerlo: desde déspota a genocida, pasando por sátrapa, plutócrata, imperialista o asesino pero eligió la palabra “privatizador”: “Putin ha sido un ferviente privatizador” y “de los que privatizaron la Unión Soviética”.
No cabe duda de que Putin y su cuadrilla han robado a manos llenas a los rusos. Y viendo lo que está haciendo en Ucrania, y lo que hizo en Chechenia –matando a 200.000 personas de una población de millón y medio–, y en Siria –arrasando Alepo-, no parece que “privatizar” sea el mayor de sus pecados. Sí podemos decir que, por lo menos, en esta ocasión, EH Bildu ha utilizado con propiedad la palabra “privatizar”, término al que recurren sistemáticamente de forma totalmente inapropiada cada vez que quieren atacar las políticas públicas de las instituciones vascas.
Las palabras tienen peso; y más allá de las palabras, están las posiciones políticas. EH Bildu se ha posicionado en el Parlamento Europeo en contra de ampliar las sanciones de la UE a Rusia, en contra de la ayuda financiera para proveer de armas a Ucrania, en contra de suspender las licencias de emisión de los medios de propaganda rusos y en contra de otorgar a Ucrania el estatus de país candidato a ser miembro de la UE. El eurodiputado de EH Bildu, Pernando Barrena, ha llegado a acusar a Europa de tener una visión “un tanto racista” por dar facilidades extraordinarias a la acogida de los millones de refugiados ucranianos que escapan de las bombas rusas en contraposición a las políticas migratorias europeas habituales. Se puede –de hecho, se debe– exigir el respeto de los derechos humanos de todas las personas, pero no parece de recibo hablar de racismo ante el éxodo ucraniano.
En el Parlamento Vasco, EH Bildu ha presentado una única iniciativa –que rechazamos– en la que proponía constituir una “comisión de estudio” para tener “información de primera mano ante la situación de guerra y para responder a las consecuencias de la guerra”. Ni condena, ni rechazo, ni Rusia, ni invasión de Ucrania; solo “información” y “consecuencias” de la guerra. Como dijo Iñaki Agirre, nuestro parlamentario, una iniciativa política de escaso nivel “para intentar sacar rédito político de una tragedia humana”.
Eso sí, EH Bildu ha echado mano del lenguaje poético para afirmar en cantidad de ocasiones que “somos el Pueblo de Gernika”. Aparecieron ante un mural del cuadro de Picasso haciendo un “llamamiento a la responsabilidad de todas las partes en la guerra entre Rusia y Ucrania” –esto sí que es un ejercicio de equidistancia-, para recordar que “Euskal Herria votó no a la OTAN” y, sobre todo, para posicionarse en contra del envío de armas a Ucrania, alegando que enviarlas “puede incrementar el peligro de un conflicto a gran escala”.
Esta última es una idea que repiten incesantemente, alimentando la sensación de que es el propio Zelenski, en su obstinación por defenderse de la invasión, el que está alargando peligrosamente un conflicto que dan por perdido. El propio Otegi abundaba en esta idea: “¿Alguien cree que, por llevar armas, es posible cambiar el curso de la guerra? Nosotros creemos que no. Seamos gente seria sin frivolidades y hablemos con sentido común. Rusia es una potencia nuclear”. Es decir: que Rusia se cobre su presa y que Ucrania se deje hacer, eso sí, en nombre del “sentido común”. Es curioso que quienes se niegan en redondo a usar la palabra “condena” –por no aceptar lo que creen una enmienda a su trayectoria– desprecien el derecho a defenderse de un pueblo autodeterminado y soberano. Consideran que las ojivas nucleares de Putin niegan ese derecho.
Los “poetas” de la izquierda abertzale, los que andan con eso de que “somos el Pueblo de Gernika”, no han debido leer al lehendakari Agirre cuando recogía por escrito las penurias de armamento y la soledad con la que tuvieron que hacer frente a la guerra. No habrán leído aquel mensaje desesperado que dirigió a la comunidad internacional que se plegó a la geoestrategia a pesar de que “desde hace setenta y cinco días, más de cien aviones alemanes e italianos, con mercenarios marroquíes se dedican a la destrucción de nuestras ciudades y aldeas y al asesinato de sus habitantes”.
Al PNV nunca le han gustado las armas. Siempre hemos abominado de la guerra. Nuestra razón de ser es Euskadi y su libertad, desde la defensa de la paz y la democracia. Como declarábamos en el manifiesto del centenario del Partido, en 1995: “Un pueblo no es más que ningún otro. Estamos en contra del racismo. En contra de que un pueblo oprima a otro. Nuestro pueblo, del mismo modo que los demás, tiene derecho a ser y vivir según su carácter y sus valores. Nada justifica el uso de la violencia. Salvo la necesidad de defender nuestro pueblo de quien nos ataque con la fuerza de las armas”. Esa necesidad que, hoy, por lógica y por solidaridad, reconocemos al pueblo de Ucrania.
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