02 jul. … y ahora solo insultan
Miente Permach… Suponemos que todo ello lo hace desde la indiscutible autoridad ética y democrática que le otorga la trayectoria de la izquierda abertzale, en cualquiera de sus expresiones, estrategias, nombres y siglas.
Joseba Permach ha escrito un artículo que compendia los mensajes coreados tradicionalmente por la izquierda abertzale en pueblos y ciudades, en notas y ruedas de prensa, con una u otra sigla, o bajo el paraguas de una infinidad de plataformas y colectivos. Consignas de un movimiento político que -dejemos a un lado la mención a la estrategia militar- se ha basado siempre en una amalgama de mensajes antisistema, de pancartas por el NO, de acaparamiento de txoznas, fachadas y persianas, con el único objetivo de intentar abortar todos y cada uno de los proyectos de cualquier naturaleza que, a pesar de su contumaz y sistemática oposición, han sacado adelante a este país.
Joseba Permach no es cualquiera, no es un peón de los que, en nombre de cualquier grupo supuestamente ecologista, se ha dedicado a hacer la vida imposible a alcaldes y concejales de cualquiera de los municipios de Gipuzkoa, desde luego a los del PNV, con acusaciones falaces en carteles y pancartas. No es el redactor de turno de cualquiera de las docenas de revistas o blogs o webs que, pueblo a pueblo, se ha empeñado en desmerecer la labor de cientos y cientos de representantes del voto popular que han robado horas a sus familias o aficiones sin recibir, en la mayoría de los casos, otra cosa a cambio que la satisfacción personal que les haya supuesto hacer de sus pueblos un lugar mejor donde convivir.
Joseba Permach, por no ser, ni siquiera es la portavoz de un gobierno sobrepasado por la labor de gobernar, que, en su impotencia, se refugia en las consignas de siempre aplicadas con el afán de achacar su incapacidad a cualquiera… menos a sí mismos.
Sin embargo, Joseba Permach acaba de asumir el papel de cualquiera de ellos. Y lo ha hecho de una forma sorprendente: con el artículo “La oposición se atrinchera en Gipuzkoa”. El escrito está dedicado al mismo “frente anti-Bildu”, al “lobby político” al que, días antes, se han referido EH Bildu, Bildu y el Diputado General de Bildu. Un escenario paranoico –y de nulo respeto democrático, por cierto- en el que todos los que no aceptan lo que hace Bildu conforman una masa amorfa y comparten una misma naturaleza. Un escenario que no se corresponde, ni de lejos, con la realidad, ya que si fuera cierto que el PNV participa en ese denominado “frente anti-Bildu” Martín Garitano nunca habría sido Diputado General de Gipuzkoa, ni Juan Carlos Izagirre alcalde de Donostia, entre otros.
Para Permach, la oposición son los que “habían confundido a Gipuzkoa con un corral que les pertenecía en exclusiva”, un “corral” utilizado para “engordar las cuentas de sus amigos”, “que se creían dueños de pueblos y ciudades”, “juntos y cada vez más revueltos” con quienes piensan que “para esto no ganamos una guerra”. Para Permach, eso somos todos los que no somos Bildu.
Miente Permach, como lo han hecho otros antes, cuando habla de liquidaciones escandalosas y despilfarro en Bidegi; calumnia cuando menciona favores inconfesables; manipula al hablar de 400 millones incinerados; tergiversa la posición europea sobre la incineración; miente al hablar de efectos nocivos y contaminantes. Y, encima, con todo el cinismo del mundo, acusa a otros de seguidores de Goebbels.
Suponemos que todo ello lo hace desde la indiscutible autoridad ética y democrática que le otorga la trayectoria de la izquierda abertzale, en cualquiera de sus expresiones, estrategias, nombres y siglas.
Esa misma trayectoria contrastada (siga entendiéndose en modo ironía) en el logro de grandes hitos en pos de la soberanía de Euskadi –o Euskal Herria, como prefieran- avala a Permach cuando se refiere a otros “como nacionalistas que nunca optan por la soberanía”. En poses, en declaraciones de intenciones y en el uso de determinadas palabras es, efectivamente, difícil competir con la izquierda abertzale. La izquierda soberanista, la izquierda independentista, tras 35 años de estrategia política (dejemos la militar para otro momento)… se limita a seguir autoproclamándose soberanista e independentista. Y hasta ahí ha llegado. Desconocemos un solo paso que haya dado este Pueblo hacia su independencia de la mano de la izquierda abertzale. Ni hacia la independencia, ni hacia la soberanía, ni hacia el autogobierno, ni hacia la autonomía. El gesto político más “audaz” realizado por la izquierda abertzale en este sentido fueron los tres votos que otorgaron al Nuevo Estatuto Político… mientras sumaban los otros tres al NO de los partidos españolistas.
Seguramente el discurso de la izquierda abertzale que ha venido a validar Permach es fruto de su impotencia, de su falta de cultura democrática, de su nulo acierto en la gestión, de la inexistente capacidad de negociación que está demostrando en las instituciones. De esa política pensada y ejercida solo para sí y consigo misma, que sirve malamente cuando se dispone de mayoría absoluta y que no vale cuando la oposición es mayoría. Pero, en cualquier caso, resulta ser una política fácilmente asimilable a actitudes de imposición, porque se alimenta de una concepción absolutista de la política, eso sí, un absolutismo de izquierdas… como si ello fuera mejor. Pues bien, los absolutismos, ni de izquierdas ni de derechas, ni mucho menos abertzales. Ya lo escribió Martin Ugalde, a finales de los 70, antes de asistir a los 35 años de praxis política de la izquierda abertzale (y de la militar): “Diktadurarik, ezta geurerik ere”, Dictaduras, ni siquiera las nuestras.
Podía haber terminado con ese concepto, imposición absolutista, pero no quiero hacerlo sin añadir algo más. Algo que salta a la vista, de puro evidente. El discurso de Joseba Permach resulta desalentador y preocupante desde la perspectiva de los abertzales que no somos de la izquierda abertzale. Y la izquierda abertzale, en la medida en que lo sea –abertzale, me refiero-, debe reflexionar seriamente sobre ello y sus consecuencias. El “nuevo tiempo” tiene que empezar a ser algo más que el que ya no haya tiros. Bestela, beste behin ere, jai.
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