13 ots. Mátame camión
“Los bares, qué lugares/tan gratos para conversar/No hay como el calor/del amor en un bar” cantaba Gabinete Caligari, y no les faltaba razón. En aquella época, y hace menos de un año todavía, no nos cabía en la imaginación que un virus iba a cambiarnos la vida, que nos obligaría a refugiarnos en casa, a tocar con aprensión el botón del ascensor, a vivir enmascarados, a rehuirnos marcando distancias, a que sea impensable organizar una cena y a que haya desaparecido el poteo y con ello, hasta las cuadrillas de toda la vida, que se limitan a saludarse en la distancia de un paseo insustancial de domingo. Un mundo de limitaciones contra el cual Van Morrison ha compuesto “No more lockdown” – “No más confinamiento”– que se ha convertido en himno negacionista: “No más encierros/No más extralimitaciones del gobierno/No más policías fascistas/perturbando nuestra paz/No más tomas de nuestra libertad/y nuestros derechos otorgados por Dios/fingiendo que es por nuestra seguridad/cuando realmente es para esclavizar”.
A pesar de lo musical que va esto, reconozco no ser especialmente melómana. El que dice serlo es el magistrado del TSJPV que ha emitido el auto cercenando la potestad del Gobierno Vasco para dictar medidas que frenen una enfermedad infecciosa que ha causado la muerte de 99 personas esta última semana. El magistrado Garrido ha explicado que el que su perfil de redes sociales tenga como lema “No more lockdown” nada tiene que ver con que comparta su mensaje, sino que el cantante norirlandés le gusta y ya está. Pues ya es curioso que el señor magistrado luzca precisamente el título de esa canción cuando el León de Belfast ha grabado durante su larga vida docenas de discos.
Ocurre que Luis Garrido ha cortocircuitado ya varias veces al Gobierno Vasco. En agosto, Garrido no aceptó el cierre del ocio nocturno a la una y media. En octubre, el Gobierno Vasco quiso limitar a seis el número máximo de personas reunidas. Pues bien, el magistrado del TSJPV lo imposibilitó, argumentando que “solo por ley del Estado” se pueden establecer limitaciones al derecho de reunión. En Nafarroa y en tantos otros lugares los Tribunales ya habían avalado medidas similares. A la tercera, ni siquiera la existencia de un Estado de Alarma, ley del Estado, le ha valido: Garrido ha invalidado la medida de cierre de la hostelería. En toda Europa todos los gobiernos, menos el de Díaz Ayuso, este es un dato importante, han tomado este tipo de medidas y, hasta el momento, el único juez que ha enmendado la plana al ejecutivo correspondiente ha sido uno que va por ahí haciendo apología del “No more lockdown”. También, por cierto, se trata del juez que ha anulado la Norma Foral de los peajes de la N-1 en Gipuzkoa, avalada por la Comisión Europea, en una sentencia brevísima que ni hace mención de los numerosos datos aportados por la Diputación.
A un juez se le debe respeto no porque vista toga, sino porque se le atribuye actuar con imparcialidad y la imparcialidad implica la ausencia de prejuicios. Pues si la mención de la canción de Van Morrison no fuera ya suficiente para sospechar de la existencia de cierto prejuicio, tiene su aquel la explicación que ha dado sobre la cuestión: que no está de acuerdo con “todo” lo que dice la letra, por ejemplo, que no está de acuerdo con que los policías “sean fascistas”. No se le ha oído decir que esté en desacuerdo con el resto. En fin, nada de todo esto parece preocupar mucho a la Presidenta en funciones del TSJPV, la ubicua Garbiñe Biurrun, que en profusión de entrevistas ha venido a hacer pedagogía del auto de Garrido explicando que “el Gobierno Vasco no se ha excedido en sus competencias” pero “se ha entendido que ha actuado mal”. De modo que, hasta ahora, de todas las comunidades autónomas del Estado la única que, según Garrido, actuaba sin competencias era el Gobierno Vasco, y en esta última ocasión, según Biurrun, haciéndolo dentro de sus competencias, la vasca es la única “que ha actuado mal”. Mátame camión.
Por supuesto, cómo no, el auto de Garrido ha servido para alimentar las estridencias corales de la oposición en paradójica, pero continua, unidad de estrategia: tanto da EH Bildu, que lo ha usado como arma arrojadiza contra el Gobierno Vasco, que Vox, que “aplaude la valentía del juez Garrido para enfrentarse al Gobierno Vasco”. No deja de ser curioso cómo algunos pasan de teatralizar la supuesta liviandad de las medidas establecidas a aplaudir que un juez las deje sin efecto. Y tanto les da una cosa que su contraria si les sirve para atacar inmisericordemente al Gobierno. Como si el lehendakari adoptara estas medidas por capricho, como si le moviera la venganza –resulta penoso leer eso de que los hosteleros temen “represalias”–, como si el enemigo de todos no fuera el virus.
Conclusión: en toda Europa existen razones de peso para cerrar la hostelería, salvo aquí. Aquí un juez que sale en una tertulia diciendo que los epidemiólogos no aportan nada nuevo “en cientos o casi mil años” considera a renglón seguido que, según “una parte importante de los epidemiólogos”, el 80% de las infecciones se producen en los encuentros familiares. Suponiendo que esto fuera así, cabría apuntar que la pregunta es dónde se ha contagiado el que luego contagia a los de casa. Pero, en esta parte de Euskadi, el juego mediático y político consiste en querer hacer recaer insistentemente toda la responsabilidad política, de gestión e incluso ética de los nefastos efectos de la pandemia sobre el Gobierno Vasco, mientras el poder de puentear las medidas adoptadas reside en una Sala del TSJPV. Con lo que ello implica de erosión sobre la acción del ejecutivo en un tema tan complejo y tan urgente como son las medidas, todas ellas muy duras y nada populares, dirigidas a limitar la interacción social. De hecho, a resultas del auto las grandes superficies y los defensores a ultranza del deporte escolar, etc. ya han anunciado nuevos recursos contra las medidas del LABI. Como sea que se ha generalizado el uso de la expresión “la Justicia” al hablar de tribunales, se me ocurre que a “La Justicia” ya no le va a quedar tiempo para Van Morrison.
Resulta curiosa, por otra parte la coincidencia entre lo que dice la canción favorita del magistrado Garrido y lo que dice la organización juvenil de la Izquierda Abertzale, Ernai: “las instituciones aplican la receta de medidas meramente restrictivas y de control social y policial”. Y ahora que estamos hablando de Ernai, a lo mejor el concejal de EH Bildu de Anoeta, no anda lejos de su órbita. El jueves tuvimos conocimiento de una misteriosa nota en la que EH Bildu hablaba, sin nombrarlo, de “los hechos acaecidos” en torno a uno de sus concejales y comunicaba que había puesto su cargo “en manos de la mesa política de EH Bildu” para que esta “analizara la infracción” cometida. Luego hemos sabido que es irakasle en una ikastola “y que ha incumplido en reiteradas ocasiones” las normas hasta que fue multado por la Ertzaintza por participar en una “reunión” clandestina.
Es grave que EH Bildu no lo haya cesado hasta que los medios de comunicación se han interesado por el caso. Es como si, también en este caso, hubieran querido aplicar aquel “protocolo” al que hizo alusión Arkaitz Rodriguez cuando se conoció la denuncia por violencia machista del Arrano de Zarautz: los trapos sucios se lavan en casa. Pero lo realmente grave es la doble vara medir de EH Bildu, que sigue mordiendo cada día a la consejera Sagardui, sobre la que recae la ingente labor de luchar contra la pandemia, por lo de las dos –dos– vacunas irregulares. También lo es la prepotencia de Arnaldo Otegi cuando dice que él se ha ido a Catalunya “a trabajar” mientras otros se saltan las normas para “jugar al golf”. Otegi sabrá de la necesidad que tenía de la foto en Catalunya, pero los demás podremos recordarle lo incoherente que resulta con las docenas de videos caseros en los que nos ha ido haciendo admoniciones apocalípticas. Por cierto, en Anoeta se sabe todo y Otegi podría haber dicho que él ha ido a “trabajar” mientras otros dan clases “entre quedada y quedada”.
Es evidente que no existe ninguna organización, ninguna, que está compuesta por otro material que no sea la naturaleza humana, con sus grandezas y sus flaquezas. EH Bildu, con todas sus ínfulas, no se libra de ese principio pero actúa desde esa tradicional óptica suya, según la cual los del PNV somos corruptos, opresores y baldragas mientras ellos atesoran pureza y “herri inteligentzia”. A eso, se le llama sectarismo.
Maria Viar
Argitaratua: 10:54h, 16 otsailaArgiago ezin!