21 mar. Mejor sería cambiar el foco
¿En los tiempos de la hiperinflación informativa, hasta qué punto vivimos desconectados de la realidad que nos rodea, por muy interesante y pertinente que nos pueda resultar esa realidad? Hace unos días se ha publicado en Deia un artículo de Iñigo Bulliain, titulado “Aproximación a Catalunya” en el que, entre otras cosas, pone en evidencia que, a pesar de existir “sustanciales afinidades” entre el Pueblo vasco y el catalán –afinidades que resultan evidentes desde el momento mismo en que compartimos la misma circunstancia de constituir sendas naciones sin Estado dentro del español-, “la falta de conexión entre ETB y TV3 durante los 40 años de democracia a la española ha prolongado la distancia comunicativa impuesta por la dictadura” y añade que los medios de comunicación catalanes favorables a las tesis nacionalistas “son desconocidos para la gran mayoría de la ciudadanía vasca, cada vez más asimilada a la referencia cultural que se propaga desde Telecinco y otras cadenas exportadoras de españolidad”. Si esto que apunta Bullain es grave, aún más lo es la desconexión informativa en la que vivimos inmersos con respecto a Nafarroa, y qué decir, a Iparralde.
Y la cosa es que esa atracción centrípeta se va haciendo más y más fuerte, casi como un agujero negro. Sin ir más lejos: ¿desde cuándo nos importan las elecciones autonómicas madrileñas y “sus cosas”? Desde luego, desde hace unos días mucho, a tenor de lo publicado y comentado: la política madrileña ocupa nuestras conversaciones y comentarios en las redes sociales, con o sin memes, como si fuésemos del mismo Móstoles. Hemos llegado a un punto en que casi somos capaces de recitar más miembros de la Asamblea de Madrid que del Parlamento Vasco y no digamos del navarro.
El sesgo de la información que recibimos tiene otras facetas más allá de la que acabamos de apuntar. El debate político vasco lleva demasiado tiempo centrado en la descalificación sistemática por parte de la oposición a las políticas realizadas por las instituciones vascas. Ocurre que cuando atacan las políticas fiscales, sanitarias o sociales vascas, y es de continuo, se produce un fenómeno perverso que distorsiona el debate: no existe contraste objetivo. Es decir, apenas existe información comparada, de tal forma que lo “malo” o lo “bueno” de una política cualquiera empieza y termina en una acusación que es rebatida con mayor o menor acierto, y más allá de eso, en la experiencia personal con respecto al tema del que se habla. Estaría bien informar a la ciudadanía, por ejemplo, de que los tipos impositivos del Impuesto de Sociedades son más bajos en esos Estados que el discurso político considera “modélicos”, los países nórdicos, que en Euskadi. Por poner otro ejemplo, estaría bien tener información comparada de las prestaciones similares a la RGI de distintos países: en Euskadi, 706 euros. En Francia, 550. En Dinamarca, 476 euros. En Alemania, 430. En Finlandia, 400. Y, del mismo modo, más allá de polémicas interesadas sobre la estrategia vasca de garantizar la segunda dosis y sobre acusaciones no creíbles en torno a la falta de capacidad de Osakidetza, se podría aclarar que a 18 de marzo aquí se ha vacunado al 11% de la población y en la UE al 8%. Siempre es interesante compararse con los demás para saber dónde está uno mismo.
Pero da la impresión de que ocurre lo contrario: o bien las referencias informativas de que disponemos se centran obsesivamente en la actualidad española, cuanto más estridente, mejor, o bien determinadas posiciones políticas consiguen colocar con facilidad en titulares y tertulias sus particulares interpretaciones de la realidad, intentando incesantemente crear un estado de opinión naif en el que ellos se autodefinen como el no-va-más de lo progresista, eso sí, siempre desde una posición de no asunción de responsabilidades. Es una estrategia de autodefinición siempre por confrontación al PNV, para lo que es necesario no olvidarse de calificarlo insistentemente como “neoliberal”, “dado a las mega-infraestructuras”, etc. Se puede afirmar que cuanto mayor es el carácter social de las políticas que aplica el partido en el Gobierno, más histriónico se vuelve el discurso de la izquierda que pretende alcanzar la hegemonía. De tal manera que un PNV que lleva décadas gobernando para la construcción social y nacional de Euskadi ha provocado un subproducto político: una izquierda abertzale y, de paso, un movimiento sindical que discurren por posiciones que en ocasiones encuentran difícil homologación en Europa más allá de movimientos bastante residuales.
Para ilustrar esto último puede valer lo ocurrido en una conferencia que organizó EH Bildu el pasado noviembre y al que invitó a distintos representantes de la izquierda europea para reflexionar en torno al tema “Transformarse o colapsarse. Políticas para tiempos de emergencia climática”. Pernando Barrena, en el papel de moderador, lee una pregunta en la línea del discurso, muy rayado, de EH Bildu: “El TAV va a recibir ayudas europeas como ‘proyecto verde’. ¿Qué podemos esperar de Europa? ¿Debates e ideas falsas? ¿No sería mejor decir la verdad y que no queda otra opción que el decrecimiento?”. Pues resulta que respondió un parlamentario del Vänsterpartier, el Partido de la Izquierda de Suecia: “Bueno… a mí me parece buena idea financiar el TAV con dinero público. La alternativa sería tener más coches en las carreteras. Más emisiones, más ruido, más contaminación. Por lo que me parece buena idea invertir en el ferrocarril. Naturalmente, necesitamos viajar de manera más rápida entre ciudades europeas. Y para eso necesitamos trenes de alta velocidad. Sé que valen mucho dinero, pero yo lo veo como una inversión y, además, me parece una inversión muy oportuna.” Pues eso: el Vänsterpartier usando los argumentos de toda la vida del PNV. Hubiera estado bien algún reflejo mediático de esta respuesta, pero no. A lo mejor hubiera saltado la noticia si el sueco hubiera reforzado la tesis anti-TAV, a saber.
No es el del TAV el único ejemplo de una posición no compartida en Europa por la izquierda. El ejemplo más paradigmático lo tenemos con la planta incineradora de Zubieta. Desde hace veinte años el tema ha polarizado el debate político. La posición de las distintas marcas de la izquierda abertzale sobre esta cuestión ha sido furibunda y es sobradamente conocida. Sin embargo, en Europa, no es solo que los “países referenciales” están llenos de plantas de este tipo, no, sino que el debate sobre la incineración de residuos, simplemente, no existe. Pero quién lo diría siguiendo la actualidad desde Gipuzkoa. En 2015 participamos en un viaje que organizó la entonces presidenta de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento, Marian Beitialarrangoitia, a Friburgo por ser una ciudad modélica en temas de sostenibilidad ambiental. Dentro de una apretada agenda de visitas se incluyeron varias plantas de tratamiento de residuos –como las que también hay en Zubieta– y, entre ellas, una de las 100 incineradoras que funcionan en Alemania. Los Verdes llevaban muchos años gobernando en Friburgo.
Pero en todos estos años de amargo debate en torno a la planta de valorización energética de Gipuzkoa han sido contadas las ocasiones en las que nuestros medios, especialmente los públicos, han hecho referencia a la realidad de los modelos más avanzados de Europa. Sin embargo, se podrían contar por docenas las veces que se ha hecho noticia de iniciativas anti-incineración. Echando la vista atrás, no deja de ser curioso por poco ecuánime. La planta de Zubieta ya está en marcha y es una gran noticia. Pero, ahí siguen las Mancomunidades de EH Bildu, sus junteros, sus parlamentarios y los de GuraSOS en su particular guerra. Tras haber perdido decenas de recursos y tras haber hecho gastar 700.000 euros de dinero público en la defensa jurídica del proyecto, siguen acosando judicialmente no solo a los responsables políticos sino también a las trabajadoras de GHK. Mientras escribo esto la Fiscalía ha archivado la denuncia por 15 delitos, nada menos, presentada por GuraSOS. La noticia apenas ha tenido relieve mediático. De haber sido al contrario puede que hubiera abierto portadas, pero esto no deja de ser una especulación.
Es muy posible que la ciudadanía vasca estuviera mucho mejor posicionada a los efectos del debate político, tanto desde el punto de vista de nuestro conflicto nacional como sobre nuestra posición real con respecto a distintas políticas sectoriales, si en lugar de dejarnos arrastrar de continuo por las trifulcas españolas cambiar el foco informativo para interesarnos mucho más por la realidad de todos nuestros Territorios, por lo que ocurre en Catalunya o Escocia y, más allá del debate partidista, por cómo estamos posicionados en relación a esa Europa que se menciona tanto como se desconoce.
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