07 urt. No es ningún precipicio, es un nuevo principio
A veces, intentando escapar de las referencias a la actualidad, casi siempre tremendas, me suelo pasar a la emisora musical de EITB y ha dado la casualidad de que estos días atrás, más que villancicos, me ha tocado escuchar una canción titulada “Big Crunch”. Empieza así: “Esto no es ningún principio, es más bien un precipicio” y anuncia eso tan manido últimamente de que “el capitalismo ha entrado en fase de implosión”.
No tengo ni idea de si el capitalismo ha entrado en fase de implosión, pero lo que sí parece es que vivimos en fase de multiplicación de los profetas de calamidades. Y no se me entienda mal: no es que me duela por el capitalismo, sino que llevamos demasiado tiempo bombardeados por mensajes tremendistas y hasta apocalípticos. El discurso mediático se está pasando con el uso de palabras desmesuradas.
“Implosión”, puede ser una. Pero hay más: “estado de emergencia”, “extrema incertidumbre” y la que más se lleva: “colapso”. Últimamente parece que todo esté colapsando; en boca de algunos no se oye otra cosa: están colapsando los servicios públicos, está colapsando Osakidetza y hasta colapsa el propio mundo. El 2023 no es tan redondo como lo fue el 1000, pero estamos petaos de milenaristas. Y cansan.
¿Qué clase de política es esa que hacen algunos que, de tanto verse necesitados de subir el diapasón de sus discursos para sacar cresta, no se conforman con reconocer que tenemos problemas, en ocasiones graves problemas, y adoptan como estrategia el sensacionalismo tremendista? La respuesta es: la política populista. Esa que parte de la base de que los estados de opinión hay que inducirlos para hacer creer a la gente que las cosas están infinito peor de lo que la experiencia personal de cada cual demuestra. Esa política que hace causa general del caso concreto o minoritario. Esa clase de política que quiere extender el temor por el futuro y el malestar social con la intención evidente de pescar en río revuelto. Mala política.
La buena política gestiona los problemas, se empeña en buscar soluciones, proyecta esperanza aun cuando vienen mal dadas, se centra en las personas y no en los cataclismos y hace lo posible por no dejar a nadie atrás. Y lo hace llamando a las cosas por su nombre y reconociendo que, por mucho y bien que se haga, nunca llegará el día en que todos los políticos se tengan que ir a su casa porque, en un mundo feliz, no hagan falta.
La inflación es alta, es verdad. Los tipos variables de las hipotecas están subiendo, es verdad. El gas anda por las nubes. Y el mundo está cambiando demasiado rápido y no da la impresión de que sea para bien. Probablemente, el mayor cambio que se está produciendo y del que, también probablemente, menos se habla es el que parece que se está dando en la escala de valores sociales.
A este respecto, los “Chikos del Maíz” –grupo de rap político, valenciano y muy de izquierdas– en una de sus canciones dice “que todos somos muy tolerantes, abiertos, con pleno talante, pero al niño lo apuntamos en la concertada para que no comparta plaza con los inmigrantes”. Alguna vez lo oí y me quedé con la copla. A lo mejor Los Chikos del Maíz no andan descaminados: puede que vivamos en tiempos en los que somos “muy tolerantes…” de boquilla y en las redes sociales. Y que estemos muy preocupados con el clima… menos cuando nos maravillan los vuelos a 100 euros. Etc.
Pero como no soy socióloga pues no me corresponde entrar en análisis profundos. Lo que sí soy es seguidora de las noticias que se publican, de las declaraciones políticas que se hacen y de las interpretaciones de la realidad social a la que estamos sometidos. Y así, acabo de leer que Ikuspegi, el Observatorio Vasco de la Inmigración, ha publicado un informe que dice que Euskadi es donde más ha crecido la tasa de alumnos extranjeros y, también, donde más alumnos extranjeros se matriculan en la red concertada –10 puntos más que en el Estado–. Además, puede que seamos la única C.A. que desde el próximo curso obligará a todos los centros que reciben financiación pública a reservar plazas para estos alumnos. A eso se le llama hacer buena política: tomar medidas concretas para atajar los problemas. En este caso, para atajar la segregación escolar.
Retomando el hilo al respecto de ese discurso político-mediático desmesurado que parece querer condenarnos a alguna clase de apocalipsis, quiero poner un contrapunto. Creo que es injusto pretender condenar a la ciudadanía vasca a la desesperanza. Se trata de un juego político negativo, depresivo y fundamentado en una visión partidista muy interesada de aquellos que ejercen de anunciadores impenitentes de calamidades. Me queda la duda de si acaban creyéndose lo que dicen o si cínicamente tienen como estrategia adoctrinar a la gente para presentarse como “salvadores”, haciendo la del bombero pirómano.
¿Por qué digo esto? Pues porque, aunque el presente no está libre de problemas y el futuro se presenta incierto, lo cierto es que el futuro siempre ha sido incierto. Y porque las noticias del presente no están siendo lo desastrosas que algunos nos pintan. Por ejemplo, hemos cerrado el año con record de empleo: nunca ha habido en esta parte de Euskadi tanta gente trabajando. Ha bajado el paro de jóvenes, de mujeres y de larga duración. Es verdad que ELA y LAB han dicho eso de “!trabajo precario!”. Pero también es verdad que no hemos conocido una sola ocasión en la que, ante los datos del mercado laboral, no hayan dicho lo mismo.
Otro ejemplo: tenemos 3.310 perceptores de la RGI menos que hace un año, un descenso del 6,3%. Es un dato innegablemente bueno. Por dos motivos: el primero, porque todas esas personas han podido salir del sistema de protección social vasco. Y el segundo, porque tenemos un buen sistema de protección. A años luz del que hay en el resto del Estado: si en Euskadi no tuviéramos nuestro propio sistema de renta básica y se aplicara el español (IMV), las personas beneficiadas solo habrían obtenido 87,5 millones de euros de ayuda. Pero como sí lo tenemos –desde hace más de 30 años, por cierto– los beneficiarios de la ayuda social han podido ser muchos más y entre todos han percibido 467 millones en total. Y, además de eso, no quiero dejar de apuntar que con la nueva ley de RGI que hemos aprobado en el Parlamento Vasco, la prestación se incrementa en un 8,5%, hasta los 800 euros de base.
Y, vamos un poco más allá: no nos conformemos con decir que la RGI vasca es mucho mejor que la IMV española y saltemos a Europa. Pues bien, El País decía el pasado noviembre: “Alemania da un giro a su política social con la gran reforma de Scholz”. ¿Y cuál ha sido esa “gran reforma” del canciller socialdemócrata? Pues subir la prestación básica alemana 53 euros, hasta los 502 euros. En la crónica apuntaban que las ONGs se habían sentido “absolutamente decepcionadas” por la medida del SPD porque, según decían, una asignación que “permita vivir con dignidad” –en Alemania– “no debería ser inferior a 725 euros”. Me ha parecido un dato interesante para comparar con los 800 euros previstos en nuestra RGI.
Seguro que, a pesar de todo lo apuntado, los profetas de calamidades seguirán a lo suyo. No cabe duda, que estamos en víspera de elecciones. Seguirán, contumazmente, con lo de la supuesta “degradación de los servicios públicos”. Y seguirán mordiendo por el tobillo, principalmente, a Osakidetza. No es una estrategia nueva. Ni siquiera empezó con la pandemia, aunque durante la pandemia la trabajaron a fondo.
Por cierto, cada vez que oigo eso de la supuesta “privatización” de Osakidetza –lo cual es mentira: los conciertos sanitarios no van más allá del 5% del presupuesto–, no puedo evitar pensar que los seguros privados tienen que estar encantados. Ya es paradójico que el principal beneficiado de toda esta campaña mezquina –por interesada– que se traen los presuntos “defensores” de la sanidad pública vasca sea… la sanidad privada. ¿A quién beneficia sembrar dudas sobre el sistema público? Pues eso.
Según la Airef, la sanidad pública en Euskadi supera en un 15% la financiación media del Estado: 4.639 millones de euros para 2023 (2.114 euros per cápita). Se acaba de incrementar en 358 sanitarios la plantilla orgánica, que alcanza los 31.000 trabajadores y se ha abierto una OPE de 7.642 plazas para estabilizar interinos. Un último dato, por no alargarme: el Sindicato Médico de Granada ha publicado una tabla de sueldos de médicos de atención primaria (sin carrera, sin guardias y con un solo trienio): en Nafarroa, 3.447 euros, en Catalunya 3.325. En Osakidetza: 4.118 euros, el más alto. Conclusión: puede que Osakidetza no sea perfecta, pero es la mejor. Y el Gobierno Vasco está empeñado en seguir mejorándola.
El pasado 8 de diciembre leí un titular bastante impactante: “según el ranking del INE, Euskadi es la primera comunidad autónoma en renta per cápita, empleo y educación pero peca de pesimista y desconfiada”. Si es verdad lo de pesimista y desconfiada, que se apunten esa maravilla de tanto los aficionados a los colapsos y las calamidades, que gran parte del mérito será suyo. Menuda aportación. Espero que no sea verdad y que sepamos sacudirnos tanto mensaje de desesperanza. Tenemos problemas, pero los superaremos, como siempre. Porque esto no es ningún precipicio. Es un nuevo principio.
Urte Berri On!!
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