434.138 + 60.323 eskerrik asko!

Fin de ciclo electoral: el PNV ha vuelto a ganar en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa con el apoyo de 434.138 personas. Eskerrik asko benetan. Este ha sido el resultado de una campaña polarizada entre las dos sensibilidades abertzales, referentes indiscutibles de la política vasca. En la confrontación de modelos, ha ganado el de EAJ-PNV, con una diferencia de 167.322 votos sobre el de EH Bildu. Aunque, en realidad, esa confrontación de modelos a la que aludo ha sido planteada “en contraste ma non troppo”, porque, durante la campaña, EH Bildu ha presentado, “un proyecto tuneado” con la pretensión de sustituir al PNV por imitación. No lo ha logrado.

Centrándonos en Gipuzkoa, los resultados del PNV han sido no solo muy buenos, sino históricos, sobrepasando los resultados obtenidos en 1999 con la coalición PNV-EA, y superando, con paciencia democrática y perseverancia, la dramática herida que supuso la escisión de 1986, “lo peor que le ha pasado al nacionalismo”, en palabras de Xabier Arzalluz.

A pesar del proyecto tuneado y de haber apostado por una campaña amable, algunos de los planteamientos de EH Bildu merecen alguna consideración. Comenzando por aquella alusión de Arnaldo Otegi sobre la “necesidad” de poner “alternativas también aquí” al supuesto “régimen” del PNV. Continuando por su afirmación de que el PNV “lidera el bloque conservador con votos reaccionarios y unionistas” y siguiendo por las continuas alusiones de Juan Karlos Izagirre, candidato de EH Bildu por Gipuzkoa, a que la gestión del PNV “responde a los intereses de las élites”. Si se hiciera un análisis de texto sobre estos y otros mensajes similares que lanza continuamente la izquierda abertzale, la conclusión saltaría a la vista: la principal argamasa de su proyecto político, la que consideran sustancial para aglutinar a todos los sectores que conforman sus votantes, desde los simpatizantes de EA hasta los votos ganados a una Podemos en declive, pasando por los distintos apoyos a la tradición de la “estrategia combinada”, sigue siendo descalificar al PNV, descalificando con ello a sus militantes y simpatizantes, y también a sus votantes, que –entiéndase la ironía– deben pertenecer al “club elitista” con más socios que se conoce.

Lo curioso del caso es que los mismos que acusan de elitista al PNV no han dudado en subrayar “la calidad” de “sus” votos: mientras los votos obtenidos por EH Bildu son “de calidad”, “no son circunstanciales”, “un montón” de votos del PNV “probablemente” “no son precisamente abertzales”. Sería interesante conocer de qué medidor de la calidad y la naturaleza del voto de cada persona que vota, disponen. Porque no cuadra el simplismo de señalar que el PP ha bajado y ha subido el PNV, entre otras cosas porque la gente tiende a activarse desde la abstención y a desactivarse hacia la abstención, y porque el PP en Gipuzkoa ha perdido 2.000 votos y el PNV ha ganado 18.000, y eso cuando el PSOE también ha subido. En resumen: ese análisis sobre “la calidad” del voto sí que suena a ínfula elitista.

Por cierto, choca bastante con todo lo anterior esto que dijo Arnaldo Otegi al día siguiente a las elecciones: “en Gipuzkoa había una condición para que se diera la colaboración entre abertzales, y esa condición era que EH Bildu hubiera sido la primera fuerza”. Lo dijo sabiendo que la condición no se había cumplido. Sin embargo, previamente había dicho aquello de “EH Bildu, PSE y Podemos somos mayoría en este país, y esas son las cuentas que hay que hacer de cara al futuro”. ¿Cómo se entiende la secuencia?

En realidad, todo está por ver. No sabemos lo que ocurrirá ni cuál será la actitud que mantengan los partidos ante posibles pactos. Pero, además de a Araba, a Bizkaia y a Gipuzkoa, habrá que estar atentos a lo que ocurre en Madrid y, por supuesto, atender a Nafarroa, donde, a pesar de que Geroa Bai ha aumentado en votos –60.323– manteniendo sus escaños, el cuatripartito ha devenido en opción imposible por la pérdida de escaños de los demás socios. Aunque Idoia Mendia haya afirmado, en referencia a la Comunidad Foral, que “los vascos no nos merecemos que nuestro futuro se decida fuera de Euskadi” –frase, por cierto, que quienes defendemos el derecho a decidir de la nación vasca debemos tener disponible para futuros debates–, lo cierto es que lo que vaya a hacer el PSN tiene mucha relevancia, también, en los pactos a realizar “en esta parte” de Euskadi. Porque, a los vascos en general, no nos es indiferente que los navarros, en particular, tengan que padecer la vuelta de la derecha al Gobierno Foral y está en manos del PSOE navarro el impedirlo y haciéndolo, desdecir lo dicho por Carlos Herrera en la Cope, durante una entrevista a Enrique Maya (Navarra+): “el PSN amaga pero la verdad es que hasta ahora siempre ha estado en el lado bueno”.

No quisiera terminar sin hacer referencia a un artículo publicado por Antonio Rivera, quien fuera viceconsejero de Cultura con Patxi López, titulado “¿Por qué gana siempre el PNV?”. Está claro que no le han hecho ninguna gracia los resultados electorales. Intentaré resumir sus argumentos, que de tan insultantes, dan risa. Considera que el PNV ha logrado erigirse en “hegemónica representación del País Vasco” gracias a “conseguir favores colectivos para Euskadi en Madrid” porque “todos los gobiernos desde la Transición convinieron” en que el PNV “llevaba la interlocución de todos los vascos”, lo cual para Rivera, es una muestra del “procedimiento por excelencia del caciquismo político de los siglos XIX y XX”, y lo ejemplifica con el Cupo, gracias al cual “el PNV dispone” del dinero “pagado por los de más allá del Ebro” que le permite “convertirse en socialdemócrata sin tener que afirmarse ideológicamente”. Entre otras cuantas sandeces más, cree Rivera que ni la corrupción –esa que él quiere creer que existe– hace mella en el PNV debido “a la parquedad del carácter del país” que evita que “los chorizos locales se delaten colgando obras de arte en los baños de casa”.

Entiendo que es ocioso intentar explicar a Rivera que “el carácter del país”, en general, no requiere de obras de arte para hacer uso del WC, y que, salvando esas fallas que son intrínsecas a la condición humana en Hernani y en Berlín, ese mismo “carácter” imprime a la gestión pública en Euskadi, en general, y a las instituciones gobernadas por el PNV, en particular, un rigor distinto al que hemos visto en otros lares. Supongoque, a estas alturas, es estéril recordarle que si el PNV ha logrado ser referencial ante los gobiernos de Madrid ha sido por los votos democráticamente emitidos que le han convertido en referencia hasta cuando aquel gobierno del PSE del que el señor Rivera formó parte desbancó, con apoyo del PP, a un PNV que también entonces había ganado las elecciones. Creo que es vano el esfuerzo de explicar al articulista que reactualizar el Concierto y el Convenio fue una reivindicación del PNV, por ser los restos que quedaban de los Derechos Históricos vascos, esos que dice amparar su Constitución. Considero en balde intentar convencer al señor Rivera de que “los del Ebro para abajo” no nos pagan nada, porque el Cupo se establece por encima de nuestro PIB y de nuestra población. Me da que Rivera no va a atender a mi opinión de que la capacidad del PNV de “materializar las promesas en bienes tangibles” –frase que en el artículo, resulta sorprendentemente despectiva– se debe, precisamente, a la capacidad de gestionar adecuadamente. Y, desde luego, no le gustará que le aclare que el PNV no necesita del título de socialdemócrata para trabajar por la justicia social de este pueblo. Ante la pregunta ¿por qué gana siempre el PNV?, el Lehendakari Agirre diría, como en 1933: “¿a quién tenemos nosotros? Al único que hay que tener: al pueblo.” Mientras el pueblo quiera, evidentemente. Para eso seguiremos trabajando, sin triunfalismos. Y sin olvidar, como ha dicho Markel Olano, que la victoria electoral debe ser siempre instrumental, porque “en el momento en que se convierte en el fin último, se deja de tener alma e ideales”.

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