COVID y política de tierra quemada

Hace unas semanas despedimos con ganas un 2020 pandémico y desastroso con la esperanza puesta en un nuevo año que nos traía vacunas y promesas de recuperación económica. Ya llevamos vividas más de tres semanas del 2021 y da la impresión de que las esperanzas se diluyen dando paso a un malestar generalizado y un cansancio social evidente ante las cifras crecientes de infectados, resultado, en gran medida, y aunque nos cabree reconocerlo, del respiro que nos dimos –porque nos lo merecíamos, quién dice que no- durante las Navidades pasadas.  Puede que se trate, ojalá, de la oscuridad que precede a que empiece a verse la luz tras una crisis sanitaria, social y económica sin precedentes en tiempos sin guerra, pero atendiendo al ruido que estamos viviendo, este final de enero se antoja desabrido y lleno de frustración. La fatiga y la frustración son muy humanas pero también son muy peligrosas para un proyecto que solo puede ser común: el esfuerzo colectivo para salir de esta.

El principal peligro radica en que el cansancio degenere en egoísmo y la frustración en rebeldía. En que las actitudes egoístas y los actos de rebeldía de unos pocos vayan adquiriendo carta de naturaleza y cada vez más vuelo en nuestras calles. Actitudes que algunos justifican y contextualizan –siempre ha habido en Euskadi, a qué negarlo, artistas de la “contextualización”–. Lo cierto es que la gran mayoría de la gente respeta las limitaciones y las obligaciones establecidas por el bien común, mientras una no pequeña minoría se considera con el derecho a no cumplir nada y se viene arriba haciendo victimismo cuando su actitud tiene consecuencias. No dejaría de ser una anécdota si estas actitudes no obtuvieran la cobertura política de los mismos que, a renglón seguido, censuran de manera demoledora los esfuerzos del Gobierno Vasco por contener y atender la pandemia.

En estas estamos cuando en Washington arranca el mandato de Biden. El nuevo presidente de los Estados Unidos  se refería en su discurso inaugural a lo valioso y, a la vez, lo frágil de la democracia, advirtiendo  de cómo campan a sus anchas las mentiras y de la urgencia de defender la verdad. Subraya el presidente estadounidense que “la política no tiene por qué ser un fuego furioso que destruya todo a su paso. Cada desacuerdo no tiene por qué ser causa de una guerra total, y debemos rechazar una cultura en la que los hechos mismos son manipulados e incluso son fabricados.” Salvando las distancias, ¿no vemos reflejada en cierta medida nuestra realidad política en las palabras de Biden?

Se da la circunstancia de que, en los altercados que, por incumplir de manera evidente las normas anti-Covid, se están produciendo en distintos lugares de Euskadi, los gritos y lemas escuchados corresponden a dos tipos de sociología política: la “radikal” de toda la vida y la de extrema derecha “tipo Vox”. Una coincidencia de visión ante la pandemia que también puso en relieve el CIS que preguntaba “¿está dispuesto a vacunarse inmediatamente?” resultando los votantes de Vox quienes más respondieron “no”, un 57’9%, seguidos, entre los partidos con representación en Euskadi, por los votantes de EH BIldu, con un 50%. Como si, dejando a un lado el fondo de la ideología de cada cual, las actitudes socio-políticas más extremas coincidieran de alguna manera en el rechazo de cuestiones, incluso científicas –con el valor de objetividad que se les atribuye– generalmente aceptadas. Es verdad que la palabra del CIS tampoco es irrefutable, pero da qué pensar.

En todo caso, estas actitudes no deberían tener un pase. Estamos en plena escalada de casos. En pocos días estaremos en zona roja, tenemos más de 1.000 positivos diarios, de los positivos, un 12% ingresan en el hospital, y de los ingresados,  un 10% acaba en la UCI. Ahora mismo tenemos 308 camas UCI abiertas y 109 ocupadas por enfermos de Covid. Como suelen decir, cuando les conviene, esos que disculpan actitudes como las que se dan en la plaza de la Trini, “no son números, son personas”.

Y no, a pesar de la gravedad de la situación, los servicios sanitarios no “están colapsados” como ha tuiteado un juntero de EH Bildu, pero los 109 hospitalizados en UCI no son una cifra, son hombres y mujeres. Y, no, tampoco es verdad que, como ha añadido,  el Gobierno Vasco vaya “a invertir nuestro dinero” en contratar 700 ertzainas “en lugar de invertir en Sanidad”. La verdad es que en los Presupuestos para este 2021 el Gobierno Vasco ha incrementado un 6% la dotación del Departamento de Salud, 237 millones más, hasta alcanzar 4.183 millones. La verdad es que esos 140 millones presupuestados como “reserva para el Covid” que Maddalen Iriarte ha tenido el atrevimiento de afirmar que se han presupuestado “para no utilizarlos”, servirán para hacer frente a cualquier incidencia no prevista que se pueda presentar a lo largo del año. La verdad es que los 700 nuevos ertzainas que se van a contratar son necesarios para mantener la plantilla ante las jubilaciones, aunque la Ertzaintza no sea muy del gusto de algunos. Pero son tantas las mentiras que EH Bildu vierte de forma sistemática que es imposible responder como es debido al listado completo, y lo saben. Por eso basan, tristemente, su estrategia política en la falsedad.

Y si no es mentira, es algo similar. Por ejemplo, escuché a Iriarte el siguiente argumento, entre otros del mismo cariz, para justificar su enmienda a la totalidad al Presupuesto del Gobierno Vasco, “¿por qué en las residencias de mayores de Araba y Bizkaia no se pueden aplicar las ratios y las condiciones que ya se aplican en Gipuzkoa?”. Me quedé pasmada y no es para menos después de años de una crítica desaforada e impenitente por parte de EH Bildu a los ratios de atención y las condiciones de trabajo en las residencias de Gipuzkoa. Les da lo mismo una cosa que su contraria con el único objeto de la lucha por la hegemonía política partidista. Por no hablar de cómo se han subido al carro de la polémica artificiosa sobre las vacunas, acusando al Gobierno Vasco lo mismo “de no tener estrategia” que “de incumplir su estrategia”, esto último a raíz de saberse que ha habido directivos que se han saltado el protocolo poniéndose en la fila. No está de más recordar que han sido cesados de forma inmediata.

El Gobierno Vasco siempre ha tenido una estrategia de vacunación bien marcada: vacunar a los sectores prioritarios en el orden establecido aplicando la primera dosis y reservando la segunda para garantizar la segunda dosis, a los 21 días de la primera, ante posibles eventualidades de desabastecimiento. Porque es mentira que “desde la primera dosis se logra la inmunidad”, como ha afirmado con gran desparpajo en una tertulia de radio el exalcalde de EH Bildu de Azpeitia. Y porque el abastecimiento de vacunas para toda Europa no está, a día de hoy, garantizado, como ya se está viendo con los problemas de Pfizer. Otra cosa es que el candidato del PSOE para Catalunya, Salvador Illa, esté basando su campaña electoral en ser “el suministrador de vacunas” y esté utilizando el Ministerio para hacerse la campaña publicando el número de inoculaciones como si las comunidades autónomas fueran los podencos en una carrera absurda. Otra cosa es que muchos medios se hayan puesto a radiar las vacunas como si se tratara del Gran Premio de MotoGP y que eso haya creado una competición disparatada entre Comunidades Autónomas que ha llevado a la mayoría de ellas a suministrar primeras dosis sin tener en cuenta que la cadena de suministro puede fallar. Por poner dos ejemplos, Madrid ya ha tenido que parar y en Cantabria han tenido que cambiar el plan de vacunación cuatro veces en un mes.

El Gobierno Vasco no se ha dejado arrastrar a esa locura: marcó su estrategia y la está manteniendo. Porque es la más adecuada, mal que le pese a Denis Itxaso, Delegado del Gobierno español empeñado en convertirnos en comunidad autónoma ordinaria. Sería un desatino dejar a medias las vacunaciones por un fallo en el suministro y, si eso ocurriera,  estaría por ver si los mismos que se han cebado en la enésima crítica injusta al Departamento de Salud no acabarían, también, reprobándolo por justo lo contrario. No sería la primera vez. En cualquier caso, Osakidetza está cumpliendo con adelanto su planificación inicial y, como dijo la sailburu Sagardui, el haber puesto 600.000 vacunas de la gripe en dos meses demuestra que el sistema está preparado, otra cosa será que las vacunas acaben llegando en el tiempo y la cantidad que anunció, antes de ser candidato, el ministro Illa, quien por cierto ha dejado esta semana muy claro el significado que el Gobierno Sánchez da a la famosa “cogobernanza”: entre poco y nada.

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