¿EN LAS POSICIONES DE SIEMPRE?

Hace unos días, con ocasión del inicio del curso político, el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, presentó su diagnóstico de la situación “planetaria, de Europa y de Euskal Herria”; un diagnóstico muy distante del que casi toda Europa comparte.

La mayoría de las y los europeos entendemos que fue a Putin a quien se le ocurrió invadir a bomba limpia Ucrania, un país que hacía su vida. Por ese motivo, con toda lógica, nos alineamos con Ucrania y en contra del putinismo. El exagente de la KGB nos respondió con la amenaza y, recientemente, ha cortado el grifo del gas ruso para gripar la economía europea. Como ha dicho la presidenta de la Comisión Europea: “es la guerra de la autocracia contra la democracia”.

Frente a esta lectura, EH Bildu no admite “como irreversibles” ni la continuidad de la guerra ni la consiguiente posible recesión que pueda provocar la crisis energética “de las que alertan las élites”. Tampoco “compra” el “marco ideológico” basado en que Putin es “el enemigo al que echar la culpa de todo”. EH Bildu parece preferir el marco ideológico según el cual “las élites occidentales pretenden prolongar la guerra y justificar así un otoño muy duro para las clases populares”. A más a más, considera que ni Europa ni nadie deben ayudar a Ucrania.

EH Bildu no quiere culpabilizar al culpable –o, cuando menos, pretende repartir culpas– y aboga por “el diálogo y la negociación” como única solución; una solución que no tiene –salvo debacle militar rusa– muchos visos de funcionar. Lo cierto es que no enviar armas a Ucrania equivale a dejar que el régimen autoritario ruso se apropie de Ucrania y de los ucranianos… y aquí gas y luego gloria.

Como apuntaba hace unos días el periodista Enric González, “una parte de la izquierda considera que Rusia y Ucrania deben arreglar las cosas entre ellos y rechazan las sanciones sobre el régimen de Putin, y el apoyo militar a Ucrania, porque encarecen las facturas (…) Cuando se desata una guerra en Europa resulta bastante sórdido, y del todo ajeno a lo que debería significar la izquierda, apelar a la no intervención (lo que significa de forma implícita apoyar al más fuerte) porque intervenir de alguna forma nos cuesta dinero”. Euskadi no es ajena a este fenómeno.

En todo caso, estamos de acuerdo con EH Bildu en que parece que vienen tiempos duros. El cambio climático nos obliga a prescindir de las fuentes de energía baratas y abundantes que han sostenido nuestro desarrollo socio-económico y, con ello, el estado del bienestar occidental. A lo que hay que sumar el corte de suministro de gas por parte de Rusia y la drástica reducción del suministro argelino al Estado a raíz del inadmisible reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara. Todo ello nos coloca ante una crisis energética brutal. Tan  es así que los Estados europeos están presentando sus planes de contingencia con medidas para la reducción de un 15% del consumo de gas  y de un 10% de la electricidad.

También la consejera Tapia ha presentado el Plan de Contingencia vasco. Al día siguiente, Gara titulaba: “Solo el PP aplaude el Plan de Contingencia de Lakua”. Afortunadamente, en el Parlamento no oímos aplausos  –una costumbre muy del Congreso español–, pero sí escuchamos a Podemos decir que estaban de acuerdo con medidas como la del agregador de compras, las placas en las cubiertas de las fábricas, el impulso de las comunidades energéticas y otras. Eso sí, dijeron “no compartir el marco”: no les gustaron los parques eólicos impulsados por la empresa pública EVE e Iberdrola, ni que Mondragón participe en las comunidades energéticas Ekiola.

EH Bildu tampoco aplaudió. Consideró que el Plan no contiene medidas de ahorro “drásticas”. ¿Qué entiende EH Bildu por «medidas drásticas”? No sabemos, no han hecho ni una sola aportación al Plan. Teniendo en cuenta que casi la mitad de la demanda de gas de Euskadi corresponde al sector energético –y, según Europa, este no se puede tocar por ser “estratégico”–, que el consumo doméstico supone solo un 11%,  y que, prácticamente, el 40% del gas lo consume la industria, sería muy interesante conocer de dónde y cómo pretende EH Bildu reducir “drásticamente” ese 15% que, según vayan las cosas, puede establecer Europa. “No hay medidas de ahorro a corto plazo”, dijo el representante de EH Bildu –subestimando las propuestas–; y añadió que, “a lo mejor, tampoco nosotros las tendríamos, porque son habas contadas”. Pues vaya.

El Plan recoge muchas medidas de ahorro energético, ayudas para la mejora de la eficiencia y proyectos de energías renovables. E incluye un Anexo VI en el que el Gobierno Vasco “sugiere” al Ministerio medidas que pueden resultar muy eficaces para disminuir el consumo industrial, como la llamada “interrumpibilidad”. El Gobierno Vasco “sugiere” porque carece de competencias para aplicarlo. Entonces, el parlamentario de EH Bildu habla de que hay que abrir el debate de la soberanía. Y no podemos estar más de acuerdo. Aunque tampoco parece una solución muy inmediata.

Coincidiendo con todo esto, Startkraft ha presentado dos proyectos de parques eólicos, uno en Errezil-Zestoa-Azpeitia y el otro en Eskoriatza-Aramaio –menos Eskoriatza, todos con alcaldía de EH Bildu; y menos Eskoriatza, al parecer, todos conocían los proyectos con anterioridad–, y representantes de EH Bildu hicieron declaraciones como “los parques pueden ser una oportunidad”.

Ante esas declaraciones y entendiendo que suponen una novedad en el mundo de la izquierda abertzale, el PNV publicó una nota de prensa en la que saludaba el cambio de EH Bildu con respecto a los parques eólicos y reiteraba su disposición para llegar a acuerdos políticos que permitan hacer frente al inmenso reto de la  transición energética en Euskadi.

Pues resulta que a Otegi la nota no le debió gustar: enfadado, negó con rotundidad que nada haya cambiado. Ahora resulta que nunca han estado en contra de los parques eólicos: “la izquierda independentista está en las posiciones en las que siempre ha estado”, dijo. Todo el mundo tiene derecho a evolucionar y a cambiar –o a creer que no ha cambiado–, pero el resto tenemos derecho a observar y tener memoria.

También todo el mundo tiene derecho a defender los proyectos que le gustan, a considerar que la multinacional noruega, además de pública, es casi una ONG, a alabar su código ético, a estimar que venderá su energía “a precio de costo o a un precio muy pequeñito”, etc. Lo que cuesta entender es que, con lo fácil que parece vender una maravilla de proyecto como el presentado por Otegi, se tenga que echar mano de la descalificación absoluta del PNV y el Gobierno Vasco: que no tenemos respeto, que nos ha pillado el toro, que si defendemos la nuclear y el gas, que somos neoliberales, privatizadores, oligopólicos, a favor del régimen del 78 y de los privilegios de las élites. El catálogo completo.

La izquierda abertzale tendría que cortarse al evocar a Lemoiz, pero es evidente que tienen poca confianza en la memoria colectiva de este Pueblo. En cuanto al gas, las decisiones estratégicas son hijas de su tiempo y, aunque a EH Bildu le ha dado por descalificar al EVE porque hace 40 años decidió sustituir el petróleo por el gas, aquella fue una visión acertada, también a efectos de emisiones de carbono. Cabría preguntarse a qué se dedicaba la izquierda abertzale mientras el Gobierno Vasco establecía políticas de eficiencia energética que nos han llevado a consumir la mitad de energía por unidad de PIB que hace 20 años.

¿Por qué siente EH Bildu la necesidad de descalificar al PNV para defender su posición favorable a los dos parques eólicos mencionados? Seguramente porque necesita hacer dogma de la recreación de un supuesto modelo antagónico con el que hacer “gestionable”, precisamente, el que su gente asuma ahora la necesidad de los molinos en los montes, aunque no sean del gusto de casi nadie. Por eso repite incesantemente el binomio PNV-Iberdrola. Por eso oculta que el Gobierno Vasco les ha hecho propuesta para desbloquear parques como el de Labraza, donde gobiernan, con una fórmula muy parecida a la de “energía pública, democrática y sostenible” con la que EH Bildu define la de Statkraft; una fórmula parecida a la de comunidad energética para beneficiar a los vecinos y con una participación pública vasca –no noruega– de un 40%. Eso sí, es verdad que el 60% restante es de Iberdrola. También es verdad que Iberdrola tiene su sede en Bilbao y que, según lo publicado en julio, durante 2021 compró a proveedores vascos por 1000 millones de euros y tuvo un impacto fiscal para la Hacienda de Bizkaia de unos 500 millones.

Ya no queda tiempo y el PNV ha reiterado su voluntad para trabajar acuerdos políticos en torno a una transición energética justa mediante “las formulas y condiciones que sean necesarias” –según la mencionada nota del EBB–. Sería injusto para la gente que, a la manera de las visiones ideológicas sobre la invasión de Ucrania, también en algo tan imprescindible como la descarbonización y el abastecimiento energético pudieran más los dogmatismos y la necesidad de antagonismo que intentar un clima político que permita avanzar más rápido.

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