OSAKIDETZA: la verdad ante “su verdad”

Demasiadas veces durante la pandemia, y aún antes, me he puesto a escribir con el mismo propósito: responder a las falsas acusaciones que se están generalizando contra el Sistema Público Vasco de Salud y que me provocan bastante indignación.
Alguien me ha dicho que cada cual se cree “su verdad” y que no voy lograr que nadie cambie de opinión. A estas alturas soy bastante consciente de que hacer cambiar a alguien de opinión es tarea ardua, si no imposible. Pero, aunque la política vasca lleva rato sumida en un montón de cinismo, no doy por buena esa afirmación de que cada cual se cree “su verdad”. Porque “la verdad” no la construye cada cual a voluntad. La verdad es la que es. Y a veces gusta más; y otras, poco o nada. Así que cada cual creerá lo que le dé la gana. Pero lo que a uno le dé la gana creer y “la verdad” no tienen por qué coincidir.

Tras años de observar la política, creo que los estados de opinión –me refiero a esos fenómenos de fluctuación en la opinión pública que se traducen como “clamor” en los titulares– rara vez se producen por generación espontánea. Muy al contrario, casi siempre son inducidos con alguna intención oculta. Puede suceder que en la incitación de un determinado estado de opinión coincida más de un propósito. O dicho de otra manera, que llegados a determinado punto entren en juego más de un actor “inductor”.

Por ejemplo, las manifas que hemos visto hace quince días –que, según dicen, sumaron a unas 7000 personas “en defensa de la sanidad pública”– fueron convocadas por los sindicatos, lo cual puede llevar a la conclusión probable de que la mayoría de los manifestantes pudieran ser representantes sindicales. Que los sindicatos reivindiquen y que hasta “denuncien” va de suyo. Otra cosa es que no haya reivindicaciones concretas de mejora de condiciones laborales, más allá del plano difuso de la mención de la “precariedad” y que, básicamente, se limitaran a la consigna del supuesto “desmantelamiento” de la sanidad pública. De hecho, los sindicatos han vuelto a hacer pira de la Mesa Sectorial convocada la semana pasada.

El del “desmantelamiento” es un discurso catastrofista, mucho más político que sindical y, en todo caso, construido sobre la repetición de una falacia, con el único propósito de deformar la realidad. Y a la falacia del “desmantelamiento” de Osakidetza se suman alegremente, parlamentarios de EH Bildu y Podemos, por aquello de que a río revuelto, ganancia de pescadores. Mira que no llevan tiempo dándolo todo en el Parlamento Vasco, pleno tras pleno, comisión tras comisión, “induciendo” impenitentemente sensaciones negativas sobre Osakidetza.

Y así ya hemos sumado dos agentes inductores de estados de opinión: el frente sindical y el de la oposición política. Dos agentes con un objetivo compartido: erosionar al Gobierno Urkullu y al PNV. Un interés legítimo –inherente a la labor de la oposición–, pero de una gran irresponsabilidad si los daños colaterales de esa estrategia van en contra del bien común.
Y es que, en el mundo de los intereses cruzados, hay otros muchos. Y si esto fuera una novela de detectives, cabría preguntar: ¿y está melé pretendidamente defensora de la sanidad pública, a quién beneficia a los efectos más, digamos, “crematísticos”? Pues no parece difícil deducir a qué empresas puede estar beneficiando la erosión reputacional en la que algunos andan empeñados en sumir Osakidetza.

Pero los daños colaterales no terminan ahí. Me explico. Todos los sistemas públicos del Estado parecen tener problemas, vista la cantidad de protestas y huelgas que se vienen convocando por todas partes, sean las comunidades autónomas rojas o azules. Y ante el ruido generalizado a nivel estatal –que tiene hooligans autóctonos muy miméticos con los mensajes que se lanzan en España–,el Consejo General de Colegios Médicos –español, of course– ha reclamado que el nuevo ministro de Sanidad “lidere un pacto de Estado”. Y aquí nos surge otra preocupación política porque es de sobra sabido que cuando los tambores llaman a un “pacto de Estado”, la recentralización y la armonización están a la vuelta de la esquina. Sobre todo, teniendo en cuenta la afición desmedida del Gobierno Sánchez por arrogarse políticas que “garanticen la igualdad entre todos los españoles”, saltándose a la torera nuestras competencias exclusivas y lo que haga falta.

Así que la estrategia dirigida a inducir una sensación de “desmantelamiento” de Osakidetza va provocando peligros evidentes. El peor, el desprestigio del sistema público de salud vasco entre la ciudadanía, porque es un disolvente del vínculo comunitario y porque hace daño a la gente. En derivada, un previsible beneficio colateral para los seguros privados. Y, para rematar, una amenaza “plus” de recentralización del autogobierno vasco, también, en cuanto a las políticas de salud. Menudo viaje.

Por eso, frente a estas actitudes irresponsables, vayamos a los datos.

Antes he dicho que Osakidetza tiene problemas. Es más, me atrevo a afirmar que problemas siempre los ha habido. Porque una organización con 31.000 personas trabajando en ella, sí o sí, tiene problemas –lo contrario solo sería posible en otro mundo, no en éste–. Pero lo que se nos quiere hacer creer, eso del “desmantelamiento”, no tiene sentido. Y no lo tiene porque la verdad, la verdadera, es que Osakidetza dispone de un 25% más de dinero público que antes de la pandemia: 838 millones de euros más que en 2019, un 43% más que hace 10 años. 3.386 puestos de personal estructural más que en 2021. Además, se están haciendo OPEs para consolidar plazas, es decir, para bajar eso que dicen “precariedad” de la plantilla y que tiene un culpable, no el único, pero sí el principal: las restricciones de reposición de empleados públicos que estableció Zapatero y que Rajoy llevó al límite. Se acaba de terminar una OPE de 3.535 plazas y se ha anunciado otra para consolidar otras 7.639. Así que, cuando terminen, 11.174 trabajadores dejarán de ser interinos y, entonces, ¿a qué llamarán los sindicatos “precariedad”? Seguramente a las contratas de limpieza o de mantenimiento técnico de las resonancias magnéticas porque, cómo no, siempre les quedará París.

Pero es que el supuesto “desmantelamiento” no tiene sentido porque ¿cómo demontre va a pretender el PNV, creador e impulsor de Osakidetza durante más de 40 años, desmantelar el principal servicio público vasco? No nos hemos vuelto locos. Una de las principales apuestas estratégicas del PNV ha sido la creación del sistema público vasco de protección social y el sistema de salud es uno de sus pilares –en este punto, parece pertinente recordar a qué se dedicaban otros mientras lo impulsaba–. De hecho, Osakidetza ha demostrado su solvencia durante la pandemia: ha puesto 5 millones de vacunas –sin contar las de la gripe–, ha hecho 6 millones de tests; ha atendido 44.000 ingresos hospitalarios y a 3.000 enfermos por covid en la UCI, que se dice pronto.

Es verdad que la pandemia ha tenido sus efectos. Es verdad que, al haber tenido que interrumpir la actividad normal y afrontar las bajas de miles de sanitarios, se han provocado retrasos y se han ampliado las listas de espera. Pero desde que la situación provocada por la covid se ha “normalizado” –en octubre pasado–, las demoras quirúrgicas se están reduciendo y, en todo caso, siempre han sido menores que en cualquier otro sistema del Estado. Como también es verdad que, a medida que se acelera la velocidad en los quirófanos, se incrementa la carga de trabajo de los servicios que hacen las pruebas clínicas necesarias, pero esto también se normalizará durante los próximos meses.

Osakidetza tiene un problema importante, es verdad, el mismo que tienen los sistemas de salud en Europa: no hay determinados perfiles médicos. Y como no los hay, no se pueden contratar. Es decir, aunque alguna parlamentaria de la oposición, en funciones de “torquemada” de sucesivos consejeros de Salud, se convirtiera por arte de magia en consejera, tampoco los podría contratar. Porque, muy al contrario de lo que afirma, no es un problema de falta de voluntad política ni de falta de dinero, no, no lo es. No hay médicos porque hace muchos años ya, vete a saber por qué, el Ministerio español de Sanidad decidió restringir las plazas de formación de médicos de familia. Y de aquellos polvos, estos lodos.

¿Se está “privatizando” Osakidetza? No. Y esta es “la verdad”, aunque muchos quieran falsearla. Lo cierto es lo afirmado por la consejera Sagardui: ni un solo servicio de titularidad pública del Departamento de Sanidad se ha privatizado. De hecho, solo el 5% del presupuesto de Osakidetza se dirige a conciertos sanitarios con hospitales privados y, en todo caso, para ofrecer servicio público. Y ni un solo ciudadano vasco –ni ciudadana– ha dejado de tener acceso a la atención que haya necesitado a pesar de todo el ruido provocado por el frente político/sindical.

Nada de lo que he dicho evitará que mañana algún candidato a la alcaldía de Donostia repita eso de que “el Gobierno Vasco ha decidido desmantelar Osakidetza”, ni que alguna candidata a diputada general repita eso de “la decadencia y la privatización de Osakidetza”. Estamos ante una operación perversa de acoso. De modo que me he tomado la libertad de manifestar una verdad alternativa a la que se nos vende de continuo; una verdad, en verdad, mucho más verdadera que “su verdad”.

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