Sin voluntad, jai

El martes pasado compareció en Juntas Generales de Gipuzkoa la alcaldesa de Azpeitia, Nagore Alkorta, a solicitud de EH Bildu; el motivo de la comparecencia, Corrugados. Y es que lo ocurrido con Corrugados es algo digno de reflexión, no solo por la gravedad que conlleva haber dejado pasar una oportunidad de esas que raramente se presentan, también por sus repercusiones políticas. De hecho, el mismo martes, Gara publicaba un artículo de Rafa Díez Usabiaga titulado “Tránsito, ¿hacia dónde?” en el que el autor ejemplifica, con el “tema Corrugados”, su tesis de que el PNV está procediendo a la “descalificación gratuita” y a “campañas de manipulación política” contra EH Bildu para, según él, “justificar o intentar demostrar la imposibilidad de una suma soberanista”.

La comparecencia del martes, básicamente, aglutinó toda la retahíla de argumentos que EH Bildu ha ido tejiendo para imposibilitar el proyecto desde que, en febrero, el propietario de la fábrica anunciara a las instituciones vascas -incluido el propio Ayuntamiento de Azpeitia- su intención  de reabrir la acería en lugar de achatarrarla. Evidentemente, con la que está cayendo, no es fácil salir a la palestra y anunciar, sin más, que se rechaza un proyecto que crearía 270 puestos de trabajo directos, a muy corto plazo, y otros muchos indirectos, en empresas del entorno. De modo que el gobierno municipal de Azpeitia se ha ido trabajando un laborioso relato construido sobre excusas de todo tipo para justificar una decisión predeterminada, mientras sigue negando, contra la evidencia, su absoluta falta de voluntad política para posibilitar la reapertura.

Sin querer aburrir con muchos detalles, el gobierno municipal de Azpeitia -o, dicho de otra manera, la mayoría absoluta de EH Bildu en Azpeitia- nunca ha estado por la labor de la reapertura y se ha refugiado en una paradójica argumentación que se podría resumir de esta manera: 1- no había proyecto; 2- el proyecto que no había era ilegal; y 3- ellos tenían una alternativa (inviable) al proyecto ilegal que no existía. Todo ello se ha adornado con grandes apelaciones a la colaboración institucional y al interés por crear puestos de trabajo –ambos conceptos muy bien acogidos por la opinión pública–. Además, se ha aderezado con importantes dosis de victimismo y alusiones a cierta teoría de la conspiración según la cual las instituciones “del PNV”, conocedoras de la imposibilidad de llevar a la práctica un proyecto “ilegal”, además de “inexistente”, solo jugaban, al alimón con los concejales del PNV, a arrinconar a la alcaldesa con el objetivo de despistar sus propios supuestos fracasos de gestión. Ese ha sido, al menos, el argumento que han utilizado tanto Iker Casanova, en un debate de Radio Euskadi, como Juan Karlos Izagirre, en las Juntas Generales. Y por si todo ello fuera poco, de acuerdo con la esa teoría, el PNV también instigaba la comisión de un delito de prevaricación, atacaba al pueblo de Azpeitia y se olvidaba del interés general. Y hacía todo eso para defender los intereses de un empresario que, no está de más repetirlo, no se sabe qué intereses podía tener si no tenía proyecto –más allá de los intereses urbanísticos como propietario de suelo residencial, que es lo que defiende, por cierto, el gobierno municipal de EH Bildu–. Todo un señor relato en el que al PNV solo le faltan cuernos y rabo.

En realidad, ha sido mucho más simple. Se presentó la oportunidad y la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno Vasco, conscientes de lo que suponía, han hecho todo lo que han podido para amarrarla. Pero han comprobado, con impotencia, cómo iba transcurriendo el tiempo mientras el Ayuntamiento, lejos de demostrar la más mínima implicación para sacar adelante el proyecto, solo se ha dedicado a elaborar y a trasladar a los medios, ese relato del que hablábamos. En última instancia, a hacer victimismo político y a reclamar incesantemente “respeto institucional” para sí, mientras que para los demás, egurre!

Podía haber sido distinto y los 270 nuevos puestos de trabajo, todos ellos, habrían tenido nombre y apellido. Incluso se habría podido llegar a un acuerdo con la empresa para reabrirla con el compromiso de trasladarla a Trukutxo en no demasiado tiempo, tal y como llegó a proponer el empresario. Pero, no, no ha habido voluntad política, ni para contemplar una interpretación posibilista del Plan General ni, si así se considerara necesario, para modificar la normativa urbanística. Y la oportunidad parece haberse esfumado.

La competencia urbanística es del Ayuntamiento de Azpeitia, que ha rechazado la posibilidad de resucitar una industria que hasta 2013 era el buque insignia del municipio; “una empresa grande y molesta”, en palabras del portavoz de EH Bildu -no sé qué pensará EH Bildu sobre la CAF de Beasain y tantas otras-.

Todos compartimos que habría sido mejor ubicación Trukutxo que Amue pero la opción nunca se ha planteado en términos de preferencia. Por mucho que, una y otra vez, hayan vendido Trukutxo como “única alternativa real”, no lo era; sería alternativa “ideal” pero no “real”. La oferta del empresario se resumía mejor de esta manera: Amue y trabajamos un traslado para dentro de unos años, o nada. Y EH Bildu ha elegido nada, de modo que parece que ya no habrá 270 trabajadores, cada uno con su nombre, en Corrugados Azpeitia. Remedando el título de Díez Usabiaga, un tránsito a la nada. Es una opción, aunque no la compartimos, porque siempre hemos apostado por el empleo industrial y de calidad, que es el que sustenta el nivel de bienestar de la sociedad vasca. Y porque casi trescientos puestos de trabajo para otros tantos trabajadores son algo muy serio y apelan directamente al interés general.

No compartimos la decisión que han adoptado  en el caso de Corrugados. Y, desde luego, también denunciamos el cómo: las sobradas dosis de prepotencia que han utilizado con nuestros concejales y el relato contra la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno Vasco que han ideado con el único fin de esconder que su decisión estaba tomada desde el principio.

De modo que no, Díez Usabiaga, no ha habido ni descalificación, ni campaña de manipulación por parte del PNV. Y, mucho menos, una sofisticada estrategia montada “para intentar demostrar la imposibilidad de una suma soberanista”. Lamentablemente, es demasiado fácil dar la vuelta al argumento: ¿qué clase de voluntad “para la suma soberanista” demuestra EH Bildu cuando  su estrategia política parece pivotar exclusivamente en atacar al PNV a todos los niveles y en todas las instituciones?

A la vista de los hechos, mucha gente podría concluir que si alguien en el PNV tuviera pocas ganas de intentar trabajar un entendimiento estratégico en clave soberanista, EH Bildu insiste en ponérselo demasiado fácil. Y no, para neutralizar esa opinión, no es suficiente con hacer, de vez en cuando, apelaciones a la necesidad de entendimiento en términos “ideales”, como con Trukutxo, porque para posibilitar entendimientos y encaminar con seriedad una colaboración para la senda soberanista, tan ilusionante como compleja, es deseable tejer un mínimo previo de confianzas y complicidades. Y, en eso, las acusaciones gratuitas, las descalificaciones y las críticas sistémicas no ayudan.

La tesis de Díez Usabiaga es que “este” PNV se conforma con una reforma estatutaria “a la horma de los socios que garantizan su hegemonía institucional”. Dejemos de lado que ese “socio” es el mismo que sería necesario para conformar el “pacto de izquierdas alternativo” que tantas veces hemos oído invocar a su coordinador general, Otegi. A lo mejor, piensan que el socio socialista a ellos no les “ahormaría”. Pero la cuestión puede que sea otra: ¿por qué el PNV, en las ocasiones en que ha sido claro ganador de sucesivas elecciones, nunca se ha visto en la necesidad de tener que valorar el ofrecimiento de una oferta sincera por parte de EH Bildu para ser socio institucional? ¿Con esa hipotética alianza no habría salido ganando, teóricamente, la visión de la construcción nacional vasca en la acción de gobierno? Entonces, ¿por qué nunca se ha dado el caso?

Respuesta: por no perder posición de alternativa en su afán hegemónico. EH Bildu se mueve cómodo en parámetros de confrontación contra el PNV. Siente la necesidad de guardar el ámbito de las esencias sin contaminarse con una colaboración leal en el “molesto” ámbito de los equilibrios, siempre precarios y trabajosos, de la gestión pública y sus límites. Prefiere la trinchera a la colaboración.  Por cierto, en otro artículo, firmado por Díez Usabiaga, Eugenio Etxebeste y Joxemari Olarra, como miembros de Sortu, se referían a ELA en estos términos: “Hasta ahora siempre han situado alguna justificación –siempre instrumental y desproporcionada– para situarse con prepotencia ideológica y cobardía política en un presunto púlpito de coherencia y legitimidad para repartir críticas y reproches a diestro y siniestro”. ¿Por qué será que cuando lo leí pensé que valía para retratar a la propia EH Bildu?

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